Bloguero de arrabal

pablo Alcázar

Bonsáis gigantes

NO siento ni un amor ni una animadversión especiales por los árboles ni por los animales. Pido perdón por ello a ciertos ecologistas que hablan más con sus tomates que con sus hijos o a los que sacan a pasear a sus perros por la ciudad muy abrigados sin importarles que los animalitos orinen en el carrito del mendigo que duerme al aire libre. Por tanto, si traigo aquí el ejemplo de los bonsáis gigantes es como mera metáfora de las formas de poda y control que los seres humanos -mucho más interesantes para mí que toda la flora y la fauna del mundo- ejercen sobre otros seres humanos.

Cerca de mi casa el jardinero municipal ha rasurado un olivo a lo bonsái. El poderoso árbol ha sido reducido con saña a la condición de caniche esculpido por una peluquera canalla. En tiempos, y para contrarrestar los efectos narcóticos sobre mi subconsciente de la propaganda capitalista de la revista estadounidense Selecciones del Reader's Digest, di en comprarme su homóloga Literatura Soviética, publicada en el Este. Anulé la suscripción al año. Hirieron mi sensibilidad estos versos del poema Lenin, de Gulrukhsor Safieva (Tayikistán, 1947): "Oh, Lenin, tú dejaste al viejo mundo un hombre y una vida que son nuevos". Se me atragantó lo de "Oh, tú Lenin". Tampoco me emocionó otro poema de Rasul Rzá en el que una torre petrolera vieja instaba a su vecina más joven a resistir "modesta y valiente" el embate más duro de la tormenta. Si paso de animales y plantas, ya se pueden imaginar lo poco que me conmueve el paternalismo pedagógico de una torre petrolera.

Rasul Rzá, llegó a ser Presidente de la Unión de Escritores de Azerbaiyán -un bonsái gigante, como el olivo de mi pueblo- y sobrevivió a todas las operaciones de poda, trasplante, alambrado y pinzado de Stalin. A otro bonsái de su misma generación, el poeta Mikayil Mushfig, Stalin no lo dejó crecer tanto, pese a que en su obra glorificaba el trabajo de los obreros. Fue fusilado, en una de las purgas de los años 30, por escribir un poema en el que se manifestaba en contra de la prohibición estatal de tocar el tar, el instrumento nacional azerbaiyano. No le sirvió de nada el haber sometido su inspiración a las podas, trasplantes, alambrados y pinzados estalinistas.

Y menos, el que años después de su condena, el propio régimen soviético limpiara su memoria. Tampoco nos servirá de nada a nosotros haber aceptado todos los recortes, ser ciudadanos-bonsái, el día de la poda final.

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