Paso de cebra

josé Carlos Rosales

Humanidades inútiles

MIENTRAS el murmullo navideño lo inunda casi todo, el Consejo de Ministros ha concluido sus últimos retoques a la programación de las asignaturas de la ESO y el Bachillerato. Todo ello se plasmará en un inminente decreto donde podrá comprobarse (una vez más) el arrinconamiento continuado que, desde hace varias décadas, sufren las Humanidades en nuestro zarandeado sistema escolar: menos horas de Historia (de España, de Europa o del Mundo), menos horas de Lengua y Literatura, menos horas de Filosofía, menos horas de Latín o de Griego, menos horas de Historia del Arte y menos horas de todos aquellos conocimientos que no tengan garantizada una indudable utilidad práctica, es decir, económica, rentable o productiva. Y entiéndase bien de lo que estamos hablando: conocimientos productivos serían sólo aquellos que sirven para fabricar o vender herramientas diversas, cosas tangibles, es decir, camiones o teléfonos, medicinas o armarios, gaseosas o cajas de zapatos. Y ya se sabe, la Filosofía no sirve para eso. El Latín, tampoco. Para fabricar aviones no hace falta haber leído a Valle Inclán. Así que sería un verdadero despropósito gastar el dinero de los contribuyentes en conseguir que los niños y jóvenes españoles conozcan el Renacimiento, lean el Quijote o sepan que la cultura latina es uno de los cimientos más sólidos de la civilización europea.

Una capacidad verbal suficiente, saber distinguir las premisas de las conclusiones o valorar sin idolatrías el legado de nuestros antepasados (sin ellos no seríamos lo que somos) son habilidades en franco retroceso. Nada de eso sirve para nada: ya no hay mucho de qué hablar, nos basta con los códigos de barras, mensajes breves, una cita, el lugar y la hora, poco más. Y las premisas han desaparecido, sólo hay conclusiones, consignas o proclamas, razonar se ha vuelto improcedente o anacrónico. Distinguir el imperativo categórico del imperativo hipotético ha quedado definitivamente obsoleto: Kant se ha ido al cuarto de los trastos. Me temo que en los próximos días volveremos a oír las monsergas de siempre, unos y otros discutirán hasta la saciedad asuntos más o menos periféricos a la enseñanza. Y, mientras tanto, las Humanidades, de la mano implacable de pedagogos y políticos, caminarán hacia un abismo escolar sin fondo. Son saberes inútiles. Sólo nos ayudan a ser mejores, a saber quiénes somos, a distinguir la verdad del engaño. Es decir, cosas sin importancia, asuntos de otra época.

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