Quosque tamdem

luis Chacón

El denso silencio de Auschwitz

QUIZÁ porque andamos demasiado ocupados en nuestros problemas, el aniversario de la liberación de Auschwitz ha quedado difuminado, oculto entre la bruma melancólica de la historia, el complaciente algo así no sucederá y el temerario hoy todo es distinto. Auschwitz, como todos los campos de exterminio nazis, es un símbolo congelado de la crueldad, de aquello que Hanna Arendt llamó la banalidad del mal; la absoluta ausencia de humanidad de quienes, sin atender a la valoración ética de sus actos y renunciando a la responsabilidad, cometen las mayores atrocidades escudándose en el cumplimiento de las órdenes del líder y en la consecución de un objetivo, absoluto y único, que creen superior a todos.

El siglo XX fue ubérrimo en totalitarismos y regímenes criminales; si los nazis quisieron acabar con judíos, gitanos, homosexuales, disminuidos físicos y psíquicos y ciudadanos discrepantes, el Gulag soviético, los campos de reeducación chinos, la Revolución Cultural, el régimen de los jemeres rojos, las dictaduras sudamericanas y su Operación Cóndor, la tristemente recordada Escuela de Mecánica de la Armada Argentina, el Apartheid o el genocidio de los Grandes Lagos, sólo son otras pocas muestras de la capacidad humana de destrucción, gregarismo, ansia de líderes iluminados y renuncia a la individualidad.

Cada uno de esos totalitarismos tuvo un origen distinto pero todos fueron el trágico colofón de un proceso que prometía el paraíso a los desheredados de la tierra. Y no ocurrieron de improviso. Aunque la cobardía nos haga ciegos, se anunciaron con insistencia. Cuando el duro Patton liberó el campo de Ohrdruf no pudo reprimir las lágrimas y ordenó asqueado que todos los habitantes del pueblo que negaban conocer el exterminio que ocultaban las alambradas, fueran obligados a visitarlo. De vuelta a casa, el alcalde y su esposa se ahorcaron.

Los ciudadanos debemos ejercer la libertad con la responsabilidad que la misma nos exige. Cuando un líder arrastra a un pueblo pero es más hábil buscando culpables que proponiendo soluciones, cuando promete el edén pero no explica cómo alcanzarlo, cuando convierte al ciudadano en masa informe para que le jalee, cuando no acepta disensión, se está sembrando el germen del próximo totalitarismo.

El denso silencio de Auschwitz sólo nos recuerda que un mundo sin iluminados podría llegar a ser, algún día, la mítica Arcadia griega.

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