El balcón

Ignacio / Martínez

¡Menos euforia!

AYER fue un día de euforia regionalista. El día de Andalucía recuerda el referéndum de hace 35 años en el que la mayoría votó a favor de una autonomía como la de catalanes, vascos y gallegos. No se sabía muy bien en qué consistía el invento, pero se suponía que era mejor de lo que atribuía la Constitución a las demás regiones de España. Y por ahí fuimos. No sabemos cómo sería hoy Andalucía con otro escenario. Es evidente que esta región ha mejorado mucho, pero un servidor no comparte la euforia.

Andalucía ha mejorado, aunque no ha recortado el atraso que tenía respecto a la media española, a pesar de los fondos europeos que ayer citaba la presidenta de la Junta: 83.000 millones de euros en casi 30 años que llevamos de socios de la UE. Sin embargo, en tres décadas y media el PIB per cápita andaluz no se ha acercado a la media nacional. En la época del referéndum estaba en 75 sobre una media española de 100 y en la actualidad está a la misma distancia. Dos cifras fatales se repiten en la economía andaluza: la renta per cápita es una cuarta parte más baja que la española y el paro diez puntos mayor.

Eso significa que Andalucía ha progresado lo mismo que las demás comunidades autónomas, hasta el punto que el PIB per cápita nacional se multiplicó por cinco durante la vigencia de la Constitución. Ayer en el acto de celebración del 28-F el nuevo hijo predilecto de Andalucía, el director de cine Alberto Rodríguez, hizo un emocionante discurso. Confieso que no soy imparcial. Habló de que su infancia, como la de Machado, tuvo un patio y un limonero, y un servidor ha visto a este hombre de niño en ese patio de Coca de la Piñera. Con Alberto Rodríguez padre, José María Mellado Damas y Pedro Peña grabamos en el inicio de la Transición discos de flamenco, sevillanas, campanilleros y hasta órganos de conventos de clausura en una tarea folclórica y etnográfica a la que entonces no dimos importancia y ahora en la distancia tiene su mérito.

El homenajeado de ayer dijo de manera sencilla varias cosas que comparto. Por ejemplo, que se siente un andaluz hacia dentro, crítico, alejado del tópico. Dejó entrever el estereotipo falsario que le asusta: el andaluz festivo, indolente y grasioso. Y convino, para rematar su intervención, que sigue vigente la canción de Carlos Cano La murga de los currelantes. Leyó una parte de la letra: "se acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital, pan y alegría nunca nos falten, que vuelvan pronto los emigrantes, haiga cultura y prosperiá".

Vuelvo a no ser imparcial. Me sé bien esta copla, porque en 1977 fui el productor del disco A la luz de los cantares en donde se publicó la murga. Y si estas cosas siguen siendo un deseo es que quedan muchas asignaturas pendientes. No son tiempos de euforias y complacencias. Sino del espíritu crítico de Alberto Rodríguez. En un día de emociones individuales y colectivas uno concluye que tenemos mucho camino por andar.

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