La tribuna

amparo Rubiales

Legislatura de negociación

LA construcción de nuestra autonomía fue un acontecimiento trascendental para Andalucía, del que nunca se tuvo plena conciencia en el resto de España. Aquí se inició lo que hoy es el Estado de las autonomías, necesitado de una profunda revisión para transformarlo en un Estado federal que garantice la diversidad e igualdad de nuestros pueblos.

El 28-F es una fecha mítica para nosotros, porque nos ganamos el derecho a esa autonomía plena, que estuvo, en principio, reservada a las denominadas "nacionalidades históricas". Andalucía no se resignó, eligió el camino más difícil, ganándose ese lugar en la historia de España que, secularmente, se le había negado. Este proceso tampoco lo comprendió la derecha política y económica y de ahí parte su falta de sintonía con el pueblo andaluz. Desde aquel Andaluz, éste no es tu referéndum hasta hoy, han pasado muchas cosas, pero aquel día quedó grabado a fuego en nuestra memoria colectiva, quizás en nuestros genes. En democracia, como en la vida, se necesitan personas que sepan encarnar los anhelos de la gente. Entonces el artífice fue Rafael Escuredo, con el PSOE de Andalucía, por eso se ha escrito que este es nuestro "partido nacionalista", sin serlo, evidentemente. La autonomía nos costó más que a ninguna otra comunidad: dos referéndums entonces, en vez de uno, como hicieron las demás.

Fue una gran gesta política, llevada a cabo también en momentos de crisis: dimisión del presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, intento de golpe de Estado, manifestaciones masivas en defensa de la libertad y la democracia, crisis económica y social en un país que lo tenía todo por hacer.

Sé que "las comparaciones son odiosas", o al menos, controvertidas, pero la reciente campaña electoral, y sus resultados, me han recordado, en algunas cosas, a las elecciones de mayo de 1982, las primeras que ganó el PSOE-A, adelantándose en meses al triunfo de Felipe González en España. Rafael Escuredo hizo una campaña casi solo él con el pueblo andaluz, defendiendo una nueva Andalucía.

En la pasada campaña electoral, Susana Díaz ha reproducido, salvando todas las distancias, que son muchas -33 años nada menos-, esa conexión con el pueblo andaluz que la ha llevado a dirigirse siempre a él, diciéndole dos cosas esenciales: que su pasión era Andalucía y que quería una mayoría suficiente para sólo tener que pactar con los andaluces y andaluzas. Después del resultado electoral, que le permite liderar el partido más votado en Andalucía, a gran distancia de los restantes, su pacto para gobernar, lo reitera, va a seguir siendo sólo con la ciudadanía, sin desconocer que la composición del Parlamento lo va a hacer difícil, pues son cinco grupos, igual que en el 82, pero sin mayoría absoluta, lo que va a exigir muchos y variados acuerdos con unos y otros para gobernar bien. ¿Lo entenderán así? Ojalá no se equivoquen y sepan ver que Andalucía, cargada de problemas, es una sociedad moderna y diferente que necesitará mucha negociación.

Después de las elecciones de 2012, Griñán pudo gobernar, contra todo pronóstico, de acuerdo con la mayoría salida de las urnas. Ahora, Susana Díaz ocupa la centralidad del mapa político, y, en los momentos de crisis que vivimos, también puede ser bueno para resolver problemas sin caer en maximalismos.

Las diferencias con el pasado son muchas, las conozco bien. La mayor: Susana es la primera mujer socialista y andaluza elegida mayoritariamente por la ciudadanía para ser presidenta de la Junta con su voto directo. Tendrá que conseguir muchos acuerdos y pactos puntuales. Así se enriquecerá nuestra autonomía, nuestra democracia, y enseñaremos al resto de España, una vez más, a afrontar el futuro.

El que este proceso haya estado liderado por una potente mujer, socialista y andaluza me llena de orgullo. La presidenta de la Junta de Andalucía es de esa nueva generación de mujeres, beneficiadas por la igualdad de oportunidades, que han sabido recoger el esfuerzo realizado por mujeres de otras generaciones que queríamos una sociedad de personas libres e iguales, en la que hasta ser madre, si así se desea, fuera compatible con lo público. Susana Díaz ha sabido representar ese cambio generacional y de género tan necesario, aún más para las mujeres, de las que ella sí ha hablado, y mucho, en la campaña electoral: desempleo, pobreza femenina, brecha salarial, violencia de género, cuidado de las personas dependientes y tantas otras cosas.

Las dificultades no se resuelven sólo dejando que el tiempo transcurra, hay que coger el toro por los cuernos y pelear para construir "los mejores años de nuestra tierra". Para conseguirlo hace falta el esfuerzo de toda la sociedad andaluza, angustiada por muchas necesidades que sólo resolveremos con mucha generosidad colectiva.

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