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rafael / sánchez Saus

Por fin, la bisagra

LA trascendencia de lo sucedido el pasado domingo no estriba en la confirmación de Susana Díaz como una líder regional, de estilo intransferible al resto de España pero con aptitud para darle gasolina al PSOE veinte años más en Andalucía; tampoco en el batacazo del PP, amenazado de ruina en todo el país, como ya se advirtió hace tiempo en esta columna, si no atina a desprenderse de ese inmenso lastre que hoy es el tándem Arriola-Rajoy; ni siquiera en la constatación de que Podemos ha venido para quedarse, pero como una pieza más del decorado político, tal vez haciendo el inmenso servicio de facilitar la incorporación al sistema de una generación respondona y rebelde pero criada a sus pechos y hechura suya. No, el gran acontecimiento a nivel nacional es el hallazgo de la pieza política que tantas veces se ha echado de menos por el bipartidismo dominante desde hace décadas: la bisagra.

¿Qué es Ciudadanos? Algo percibido como ligeramente a la izquierda del PP y levemente a la derecha del PSOE, que no levanta la animosidad de nadie excepto en Cataluña y con un líder aseado y bienquisto por jóvenes y mayores. Constitucional, autonomista pero unitario, liberal y progresista en su visión de la sociedad, socialdemócrata en lo económico, Ciudadanos puede ser el remiendo ni siquiera demasiado nuevo que permita apañar los odres viejos y desgastados del sistema, con el gran valor añadido de que con él puede prescindirse de la ya intolerable extorsión del catalanismo. Y podría hacerlo componiendo gobiernos con una u otra fuerza o, como seguramente hará en Andalucía, al menos hasta que pasen las elecciones generales, simplemente dejando hacer al partido mayoritario a cambio de algunos retoques cosméticos y superficiales. De ese modo el régimen del 78 obtiene una prórroga de algunos años y habría encontrado la fórmula para sortear el tremendo órdago que a lo largo de 2014 le ha sido planteado por el desafecto general ante la corrupción y la crisis, y por el separatismo. Un par de legislaturas de ese bipartidismo imperfecto aseguraría la consolidación del reinado de Felipe VI, la lenta pero progresiva superación de la crisis y tal vez la reforma de la Constitución bajo el paraguas de un nuevo consenso. Y, sobre todo, haría innecesario a Podemos, hasta su total domesticación, en cualquier escenario de gobierno. ¿Hay quien dé más?

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