El termómetro

ENRIQUE NOVI

Morir matando III

A pesar de que la coyuntura -y el título de este artículo-- haga pensarlo, las reflexiones de hoy no van sobre la matanza de Los Alpes, aunque bien podría servir para sacar a relucir algunas vergonzosas consecuencias del modo cobarde y miserable en que se resolvió el accidente del Spanair de aquel fatídico 20 de agosto de 2008, que acabó por concluir que los únicos responsables fueron los tripulantes, curiosamente fallecidos entonces. No, lo de morir matando se refiere, como otros artículos de la misma serie, a la manera en que este gobierno está concluyendo su ignominiosa legislatura, la más involucionista desde que se instauró la democracia.

Finalmente ayer se consumó la aprobación de esa ley que sus artífices se niegan a calificar con el único nombre que realmente la define, la ley mordaza. Considero una obligación moral ciudadana oponerse a ella --también a la ley antiterrorista, que ya nos ocupó en Morir Matando II-- y practicar la desobediencia civil que la propia ley cercena, so pena de convertidos en simples súbditos. Se ha hablado tanto de sus medidas, de las desproporcionadas penas, de las discutibles prohibiciones y de sus imposibles eufemismos (como el de prisión permanente revisable; ¿cómo puede ser algo a un tiempo revisable y permanente?), que no voy a incidir en ello. Entiendo que todo el mundo conoce a estas alturas sus implacables penas. Solo me haré eco de las innumerables personas e instituciones que se han opuesto por antidemocráticas a ellas. Desde decenas de catedráticos de derecho penal a organizaciones internacionales de toda índole, Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Greenpeace, Oxfam, El propio Consejo Europeo, tan estricto con el control del déficit o el pago de la deuda; desde la mayor parte de cabeceras europeas, liberales, progresistas o conservadoras (The Guardian, Die Tageszeitung, Il Giornale, Der Spiegel, Le Monde, la RTL belga o hasta los medios turcos, que consideran una regresión al franquismo la que experimenta España), hasta asociaciones sin tacha como Jueces Para la Democracia o el resto del arco parlamentario al completo.

La clave, la dio ayer el propio Ministro del Interior, Fernández Díaz, con una explicación sin desperdicio. Argumentó a favor de esta ley "para dar cobertura legal a una práctica, la de las devoluciones en caliente -expresamente prohibidas por la ley actual- que hasta ahora no la tenía". La verdad es que al ministro se le entiende todo. Y ante los unánimes y constantes reveses que su partido ha recibido durante la legislatura, en escraches y protestas, el único camino que les quedaba era el de crear una ley a medida que recorte los derechos y libertades que tanto costó conseguir.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios