Quosque tamdem

luis Chacón

El jarrón de los chinos

QUE el inefable señor Rodríguez Zapatero jamás formó parte de lo que Agustín Lara llamó la crema de la intelectualidad lo sabían hasta sus propios compañeros cuando lo auparon a la Secretaría General del PSOE. Y nos lo confirmó al resto de españoles el aciago día en el que el futuro ministro Jordi Sevilla, ante la inopia económica del susodicho, recurrió a un optimista lo que tú necesitas saber para esto... son dos tardes que la realidad amplió hasta cotas temporales que rozan la eternidad.

Que el sentido del estado y la diplomacia no son dones con los que le adornara la Divina Providencia o la naturaleza -dado su reconocido ateísmo- es tan claro como la inconveniencia de su desplante a la bandera de EEUU o sus dos últimas meteduras de pata en Cuba y Marruecos que agrandan la abultadísima lista de errores y despropósitos a la que ha consagrado su cara y dorada jubilación a costa del contribuyente.

Quizá por todo eso y porque una vez, con el inconsciente desparpajo que le caracteriza, se declaró rojo sin ambages y recuperó un término guerracivilista ya olvidado que se encargó de revivir, a nadie le ha sorprendido, ni siquiera a los propios socialistas que se haya descolgado con unas declaraciones en las que define a Podemos como socialdemócrata, justifica su radicalidad por la juventud de sus miembros y después… ¡sonríe! Concluimos que a su desconocimiento de la economía une el de las ideas políticas. Llamar socialdemócrata a Podemos es tan descacharrante como afirmar que Fidel Castro es un campeón de la democracia y la libertad o que Lenin no ordenó el asalto al Palacio de Invierno sino que puso en marcha la primera visita turística popular al domicilio de los zares.

Pero lo más curioso de esta salida de tono tan propia del personaje es la soberana estupidez de una afirmación que perjudica a todos los implicados en la misma. Al PSOE porque lo desplaza a la derecha, a Podemos porque recibe un apoyo no solicitado y de alguien -seamos diplomáticos- cuya valoración social es manifiestamente mejorable y a él mismo porque aunque parezca imposible, su imagen pública -como todo lo que sufre un estado ruinoso- siempre puede empeorar.

Felipe González definió a los expresidentes como jarrones chinos en un piso pequeño pues se les supone gran valor y nadie sabe dónde ponerlos. Por lo visto y leído hay jarrones que más que ser chinos, los compramos en los chinos del todo a un euro.

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