ALIADO con todo el que se sintiera enemigo de Roma, Pirro rey de Epiro, quiso acabar con la expansión romana en la Magna Grecia. Fue sumando victorias, pero ganadas a tan alto precio y con tan feble recompensa que al ver el despojo de sus tropas tras la batalla de Asculum exclamó: "Otra victoria como esta y volveré sólo a casa".

Aunque haya diversos grados de descalabro en el resultado, gallardía en su asunción y elegancia en el relevo, es innegable que el PP ha perdido gran parte del poder autonómico y municipal que ganó en 2011. Ante tal debacle, es lógico que dirigentes y militantes se miren al espejo para encontrar responsables e inicien una inmediata y profunda regeneración. Al fin y al cabo, quien sembró vientos no debe extrañarse de estar cosechando tempestades.

Pero volvamos a Pirro -perdón-, Pedro Sánchez. Aunque él no lo crea, lo que su cacareo sonriente proclama como victoria sobre la derecha no ha ocurrido. Si el inefable señor Zapatero tenía menos nociones de economía que un niño con dos euros en un kiosco de chucherías, en lo que flojea el actual Secretario General del PSOE es en la aritmética, pues no parece entender que si quedas segundo y has perdido setecientos mil votos no puedes haber ganado las elecciones. La cuota de poder en juego ha cambiado de manos pero no ha ido a las suyas. Es importante que entienda, quien se cree líder del PSOE, que él no encabeza ninguna coalición de izquierdas para gobernar España, por mucho que se empeñe en repetir, más para convencerse que para acallar la risa contenida de sus propios compañeros, que va a ganar las elecciones generales. El PSOE, aún con el descalabro popular, ha obtenido tan poco poder que sólo puede enarbolar una alcaldía de postín, la de Sevilla. En Madrid y Barcelona ha sido arrasado, en Zaragoza y Valencia postergado y en el resto arrastrado por una amalgama de listas de difícil clasificación y encaje ideológico que sólo comparten el objetivo común, más revanchista que programático, de echar al PP.

Debiera Pedro Sánchez razonar de igual forma que el regio epirota, pues no ha escogido compañeros de viaje ni a propia elección, ni a placer, ni a gusto de buen número de militantes o votantes. Y puede que en noviembre, cuando observe el panorama tras la batalla electoral que se presenta dura, deba hacer lo mismo que el rey Pirro: volver a casa. Y lo hará solo, dejando atrás un partido en descomposición.

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