La esquina

josé / aguilar

Bárcenas, el amanuense

EL ex tesorero Luis Bárcenas se ha defendido atacando. Su escrito a la Audiencia Nacional tira por elevación: la caja B que estuvo tantos años administrando, con gran provecho propio, no era suya, sino del Partido Popular. Vamos, que él era un simple amanuense a las órdenes de los sucesivos secretarios generales del PP y con el conocimiento pleno de los respectivos presidentes, lo que incluye a José María Aznar y Mariano Rajoy.

De modo que, según Bárcenas, lo que quedó reflejado en los famosos papeles que llevarán su nombre para siempre no eran más que los datos contables de un sistema de financiación "perfectamente institucionalizado" del partido del centroderecha español. Entre ellos, las entradas y salidas políticamente más significativas: las donaciones de empresas y los sobresueldos concedidos a los propios dirigentes del PP y otros militantes en dificultades económicas.

Es difícil darle credibilidad a un sujeto como Bárcenas, paradigma del individuo que acude a la política con la voluntad decidida de lucrarse personalmente, que por supuesto trata de exculparse presentándose como un simple escribiente de los elementos cuantificables de un sistema ideado por los jefes para financiar la organización política que dirigían. Un sistema fiscalmente opaco en el que él ejecutaba órdenes, cuadraba cuentas y distribuía los recursos allegados para cubrir las necesidades del partido, fuera en la oposición o en el poder. Como suele ocurrir, el fontanero se fue reservando una parte del pastel superior a la convenida hasta hacerse rico. Al PSOE le descubrieron una trama semejante con Filesa gracias a un empleado descontento que largó fiesta. Como Bárcenas.

Pero el caso es que el relato de Luis Bárcenas tiene mucha verosimilitud. La existencia de la caja B la dio por probada el juez instructor del caso y la más elemental lógica permite descartar por completo la pretensión del PP de que era Bárcenas y sólo Bárcenas el que llevaba las finanzas populares por su cuenta, sin instrucciones de la cúpula ni controles de ninguna clase. Otra cosa, también verosímil, es que presidentes y secretarios generales se acogieran entonces a la cláusula de estilo propia de estos turbios asuntos: "Yo no quiero saber nada".

Cuando se produjeron estos hechos no existía el delito de financiación ilegal. Pero el PP se financió de esta manera. Durante tres décadas.

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