Quosque tamdem

luis Chacón

A doblar de alegría

DURANTE una visita de Franco a Galicia, recibieron las redacciones la nota oficial que narraba, entre desmesurados elogios, como al llegar el Generalísimo doblaron las campanas de toda la ciudad. No hace falta ser sacristán para saber que se dobla a muerto y que el toque de regocijo y gloria es el repique. Así que cuando un avezado redactor leyó aquello, se realizó la pertinente llamada a Madrid. Y al recibir la rotunda negativa a modificar un texto del gobierno, los titulares tuvieron, entre cuchufletas, que doblar de alegría.

Que en España hay cierta tendencia a la intolerancia y a monopolizar la verdad absoluta es tan claro como que el poder, sea del signo que sea, odia la discrepancia. Por eso no debería extrañarnos que el Ayuntamiento de Madrid, gobernado por la flor y nata de la nueva política, haya rebuscado en el baúl de las esencias para crear una web con la que imponer su verdad. Menos aún, el hipócrita escándalo de quienes llevan lustros abusando de los medios públicos y convirtiéndolos en gubernamentales. La idea es petulante porque ni siquiera es un burdo medio de propaganda sino una plataforma de agitación pensada para atacar a quienes opinan distinto o critican la gestión municipal desde los medios alejados ideológicamente de la amalgama asamblearia y progre que sustenta a la alcaldesa de Madrid, cada día más parecida a una anciana reina madre que ni reina, ni gobierna.

La política del desmentido continuo queda muy lejos de la necesaria transparencia de la gestión pública. No se es más transparente por imponer versiones oficiales mediante notas de prensa; ni mucho menos utilizando el altavoz del poder para reprender, sermonear, rectificar o presionar públicamente a los medios socavando las libertades de información, expresión y prensa. Un gobierno es transparente cuando pone a disposición del ciudadano toda la información relevante sin añadidos, aclaraciones innecesarias o explicaciones interesadas. La transparencia es saber cuánto se recauda, cómo y en qué se gasta. Lo contrario es imponer al ciudadano la versión interesada del poder. Así que, como en los tiempos oscuros de la dictadura, nos refugiaremos en el humor y volviendo a la anécdota de las campanas que doblaron de alegría recordemos la letrilla que corrió como la pólvora advirtiendo que el doblar, que es toque serio/puede serlo de optimismo/si lo manda el Ministerio/de Información y Turismo.

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