Quosque tamdem

luis Chacón

Les tricoteuses

CUANDO a mediados del XIX, Viollet-le-Duc restauró la parisina Catedral de Notre-Dame se encontró con que las efigies de la Galería de los Reyes de Judea habían sido decapitadas durante la Revolución al creer los sans-culottes que se trataba de Capetos, Valois y Borbones. No se sabe si aquellas testas coronadas se retiraron en cajas de cartón como el busto de don Juan Carlos del Ayuntamiento de Barcelona o en una cesta de mimbre como la cabeza guillotinada de Luis XVI. Tampoco consta si madame Colau presenció el hecho tocada de gorro frigio, haciendo calceta y rodeada de exaltadas tricoteuses rememorando las revolucionarias tardes de la actual Place de la Concorde.

Pero no es un hecho aislado. En este par de meses de exaltación y gestos para la galería no se ha arreglado ni un mísero bache pero hemos visto la retirada del cuadro del rey en Cádiz, el proyecto de renombrar calles en Madrid, el cambio de denominación del zaragozano Pabellón Príncipe Felipe y el pasado sábado, la negativa del alcalde de Santiago de Compostela a realizar la secular Ofrenda al Apóstol que se unía a la prohibición de una misa en Montjuic y a la supresión de la tradicional Eucaristía en la Basílica de la Mercè con motivo de las fiestas de la ciudad que aunque sea un título de claras reminiscencias regias, aún podrá llamarse Condal. Y lo hace quien lideró Barcelona en Comú. Al parecer sólo es en común con los propios.

Y todas estas muestras de desprecio a la ley, a la convivencia y a las tradiciones de un país que les guste o no a estos revolucionarios postmodernos, disfruta de una larga historia, ocurre pocos días después de que en numerosos medios de comunicación de todo el mundo se haya recogido, un año más, el tradicional recuento de cisnes del Támesis que se viene celebrando en Londres desde el siglo XII. Un gobernante que no respeta las tradiciones de los ciudadanos que le han elegido y pretende imponer sus criterios y creencias personales sobre la diversidad de una sociedad culturalmente heterogénea recuerda más a un dictador caprichoso que a un demócrata respetuoso. Pero un cargo público que no respeta la ley, aún en el precepto más vano y formalista sólo genera intranquilidad pues nos hace pensar que si son capaces de actuar así sin mayorías, mejor será no aventurar de qué serán capaces si algún día obtuvieran el respaldo mayoritario de la ciudadanía y dispusieran a placer del BOE.

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