Quosque tamdem

luis Chacón

A París, Monsieur Wert

DESDE que la bella condesa de Teba robara el corazón de Napoleón III y fuera coronada Emperatriz, ningún romance en la Ville Lumière había levantado tanto interés mediático como el que vivirán, por gracia del presidente Rajoy y ante su enternecida mirada, el señor Wert, exministro de Educación y Cultura y su reciente esposa, doña Montserrat, de soltera Gomendio y hasta hace un suspiro Secretaria de Estado del departamento, en el que entre expedientes y decretos, saltó la chispa apasionada del amor. ¡Ah, el amor! Y si Eugenia de Montijo -como cantó el romance- que pena, pena, se fue de España, para ser reina; el señor Wert, para ser Embajador cambia el Manzanares -que no es el Darro- por el río Sena. ¡Qué pena, pena!

¿Qué mejor lugar para vivir su pasión ministerial que la colina de Montmartre? Pasearán cogiditos de la mano por les Grands Boulevards y posarán arrobados para las revistas del colorín en los salones de la embajada, entre tapices de los gobelinos y muebles Luis XVI, mientras se asoman a los elegantes balcones de la legación. Dicen las malas lenguas de la Villa y Corte que la designación es un escándalo. ¡Ah, la envidia! Ni siquiera el presidente Rajoy, aún siendo de natural soso, podría negar a su ministro la parisina Embajada ante la OCDE para que compartiera nidito con su adorada costilla. Se trata de reagrupación familiar. Cuentan que en las últimas reuniones del Consejo de Ministros, monsieur Wert canturreaba por Moncloa, taciturno y arrobado, aux Champs-Élysées, au soleil, sous la pluie, à midi ou à minuit, il y a tout ce que vous voulez, ma chérie Montserrat. Y suspiraba…

Que el ministro peor valorado e ineficiente del gabinete, sin ser diplomático ni haber acreditado jamás cualidad alguna para ello, pues siempre se ha mostrado bravucón, sea premiado con una importante embajada, elegida a su gusto y en detrimento de los diplomáticos de carrera, deja bien a las claras por qué en el contexto internacional no nos respeta ya, dicho sea en lúcida expresión de nuestro presidente, ni el Tato. Sirva en descargo del señor Rajoy, siempre prudente y conocedor del carácter irascible y provocador de su ministro, que no le ha nombrado Embajador ante Francia. Quizá le hayan contado la entrada de don Pedro de Toledo en la corte de Enrique IV cuando dijo al rey francés "más me gustaría venir al frente de un ejército". Y no es cuestión de darle alas a Monsieur Wert.

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