Quosque tamdem

luis Chacón

La tercera España

DESDE que Goya pintó su Duelo a garrotazos en la Quinta del Sordo, la imagen cruel de esa riña es la metáfora de las dos Españas siempre enfrentadas de las que nos compadeció Machado: Españolito que vienes/al mundo te guarde Dios./Una de las dos Españas/ha de helarte el corazón. No nos engañemos, seguimos siendo un país caciquil y clientelar. A nuestros bisabuelos, con un duro y un puro, les compraban el voto en el casino. Ahora se consiguen con subsidios, subvenciones, enchufes, contratos y nombramientos inconcebibles como aquel plasmado en un hilarante telegrama fraterno y asombrado: Te lo juro por la memoria de nuestra madre, Cirilo ministro.

Por eso y porque antes que asumir la propia responsabilidad, siempre es más cómodo culpar al de enfrente de los males patrios, elegir bando ha sido regla básica de la españolidad. Los perdedores de nuestra historia que ansiaban un país moderno y avanzado, siempre quisieron sobrevolar las diferencias, buscar acuerdos, ligar consensos y mirar al futuro. Baste recordar a don Salvador de Madariaga, liberal y crítico, antifascista y anticomunista, a quien como no quiso tomar partido por ningún bando durante la guerra civil, le llamó el conde de Foxá desertor, híbrido como las mulas, infecundo y miserable.

Parece que las nuevas generaciones viajeras y europeístas, curtidas en los Erasmus e hijas del Colegio de Europa de Brujas que fundó el propio Madariaga, empiezan a ver el mundo con otros ojos y ya, aburridas de los estériles enfrentamientos entre PP y PSOE y vacunadas contra la fallida demagogia marxista, miran hacia el centro y prefieren la equidistancia racional y crítica de la que abominan los radicales a la militancia irracional y gregaria, tan del gusto de los -no sé hasta cuando- grandes partidos.

Hay una España harta del pimpampum. La que siempre ha visto Europa como la solución y no como el problema, una España sin complejos, individualista pero social, que demanda libertad para todos y no sólo para los míos. Una minoría crítica y exigente que reclama libre mercado pero que no olvida que la dignidad humana es irrenunciable y por eso es solidaria; que defiende sin reparos ni alharacas la unidad de España; que quiere un país educado en libertad y no adoctrinado; que prefiere el pragmatismo eficiente a la rigidez encorsetada de las viejas ideologías. Una España que parece haber encontrado su espacio en Ciudadanos.

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