Quosque tamdem

luis Chacón

Este país se llama España

RESULTA ridículo el reparo de cierta izquierda a llamar a España por su nombre. Hablan de este país, nos definen como país de naciones (Pablo Iglesias, dixit) o peor aún, utilizan la expresión Estado Español, olvidando que se ideó en el franquismo y que tiene demasiado regusto fascista como para usarse sin sonrojo en democracia. Resulta paródico, y hasta patético, ver la facilidad con la que muchos políticos se envuelven en cualquier bandera, pero muestran cierta desazón no disimulada si en la foto aparece la que Carlos III eligió como pabellón para sus navíos de guerra y que el artículo cuatro de nuestra Constitución consagra como enseña nacional. Aunque para constatar el desprecio con que se tratan los símbolos nacionales basta con pasearse por cualquiera de nuestros pueblos y ciudades e ir contando la cantidad de banderas sucias y deshilachadas que ventean mal atadas a los mástiles de muchos edificios públicos.

Hoy les quema la lengua la palabra España a muchos de los que desde la Transición se llenan la boca con frases de Azaña, Alberti, Machado o Miguel Hernández. Entonces, solían ojearlas en la solapilla de los libros de bolsillo y hoy lo hacen en tuits y mensajes de whatsapp. Lo triste de tanto autoproclamado intelectual es que no haya leído ni una línea más de quienes sintieron en lo más profundo a una España que tanto les dolió y a la que llamaron orgullosos por su nombre, en mayúsculas y sin eufemismos acomplejados. Contrasta tanto melindre con la satisfacción que vemos en nuestros vecinos y que aquí, a lo más, sale a la calle para celebrar algún triunfo deportivo o se folcloriza de modo grosero, como tantas veces, con obscena ostentación lo hacen los señores de derechas, sea luciendo pulseritas rojigualdas, más sucias que el tiro de una chimenea o llevando la bandera en los vivos de algún polo de marca. Visto lo visto, puede que llevara razón don Antonio Cánovas cuando, con su habitual gracejo y ante la dificultad que los ponentes encontraron para definir la nacionalidad española en la Constitución de 1876, propuso aquello de que son españoles los que no pueden ser otra cosa.

Quienes usan el eufemismo Estado Español para nombrar a España, no saben o quizá ni siquiera se preocupan por saber que los estados, como los regímenes políticos, pasan, se agotan y desaparecen, pero los sentimientos perviven por generaciones. Y España, como toda patria, es un sentimiento.

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