Ojo de pez

pablo / bujalance

Todos flacos

NO bastaba con un programa como La Báscula en la televisión pública andaluza, ni con asfixiar hasta dejar hundidas escuelas de hostelería como La Cónsula en Málaga (de donde, por cierto, han salido algunos de los chefs reconocidos hace unos días con las estrellas Michelin), ni con actuar desde la parsimonia más absoluta a la hora de facilitar la provisión de los comedores escolares. Ahora la Junta de Andalucía está dispuesta a sacar adelante toda una señora Ley para la prevención de la obesidad en el territorio. Parece que aquí hay gordos de más, lo que no deja de ser paradójico en la región española donde el hambre más se ha hecho notar a cuenta de la crisis, especialmente entre los menores y los moradores de eso tan feo llamado exclusión social. Así que la desigualdad está cantada: por cada gordo que vea usted paseando por la calle (menos mal que la foto de ahí arriba no me delata en exceso) hay otro andaluz rebañando la misma olla de la semana pasada. El liberalismo que tanto se ha puesto de moda, quién lo iba a decir, es un asunto bien conocido a este lado de Despeñaperros. Los señores de la Junta van a seguir insistiendo en que practiquemos la dieta mediterránea, que hagamos mucho ejercicio y optemos por la frugalidad para ganar una vida más sana. Como si nada de esto hubiese sido dicho antes.

O a lo mejor, quién sabe, resulta que en Andalucía el porcentaje de gordos se dispara, como el de hambrientos, porque el modelo de crecimiento del que tanto habla Susana Díaz obliga a trabajar cada vez más para ganar cada vez menos, sin tiempo, ni ganas ni disponibilidad económica para darle a la cocina lo que es suyo. Y cuando se entra en el súper con tres euros en el monedero no hay muchas más opciones que las grasas trans, cancerígenas como un petardo de uranio y con calorías suficientes para convertir Júpiter en un segundo sol. Los apóstoles de la vida sana se refieren a estos contratiempos como excusas, pero una sociedad dividida entre obesos y famélicos es representativa de una población sometida, ciega, incapaz de subir a tren alguno y, lo que es peor, agradecida y satisfecha. Bienvenida sea una ley que pretende mejorar la calidad de vida de los andaluces; pero de nada servirá, me temo, si no viene acompañada de medidas reales para la consecución de una educación real y un empleo digno.

De cualquier forma, si se destina a la ley contra la obesidad la misma inversión que a la ley de dependencia, podemos confiar en que acabaremos todos flacos, pero por otros motivos. "No escatimaremos ni un euro", dijo Díaz hace poco al respecto. Menos mal.

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