NO es mejor cocinero quien con despensa bien surtida y cocina de diseño nos sorprende con platos de vanguardia. Lo meritorio es aviar un buen guiso con lo que haya en la nevera medio vacía y en una cocina con la sofisticación de un hornillo y el exotismo de un bote de pimentón. ¿Cuántas veces se han salvado situaciones complejas e inesperadas con imaginación y sin recursos? Nuestros políticos parecen cocineros de postín; venían todos con su receta de faisán al aroma de trufa blanca y se han encontrado con un par de pollos, dos cebollas y un puñado de patatas para preparar el almuerzo.

Y ahora, sólo les quedan dos opciones; la de demostrar su capacidad negociadora buscando el consenso para formar gobierno o evidenciar su incuria forzando nuevas elecciones en las que todos creerán que van a ganar votos pero cuyo desconocido desenlace dependerá de los electores. Por eso, lo único cierto es que ha llegado la hora de la verdad, tanto para los que han encanecido en el poder como para quienes acaban de nacer a la política. Se acabaron los ensayos y se abrió el telón, pero en el patio de butacas hay más críticos que claque. Ya no sirven las arengas mitineras del vamos a ganar, ni la grandilocuencia del O César o nada que tanto hemos oído en campaña y que hoy suena fútil y vano.

El Congreso es complejo: Podemos carece de un discurso común, pues lo integran, al menos, cuatro grupos diversos; Ciudadanos sigue preguntándose por qué; el PSOE sufre su peor momento y el PP, aún con un suelo rocoso está muy lejos de disfrutar de una clara mayoría. Pero quien se enfrenta al mayor dilema es Ciudadanos. O da un paso al frente, sea mediante la abstención o el apoyo, o se suicida emparedado entre los dos grandes que aunque muy dañados, mantienen casi todo el poder institucional y podrían admitir las recomendaciones que van llegando de toda Europa y acceder a la Gran Coalición. Porque las coaliciones, y la historia de Europa lo demuestra, no han de perjudicar al menor de sus miembros. A veces, lo refuerzan. Por otra parte, un gobierno PP-Ciudadanos haría más sencillo abstenerse al PSOE y le daría tiempo, el que dure la legislatura, para recomponerse y neutralizar a Podemos.

Por todo ello, el señor Rivera debería recordar que en cualquier fiesta quien se pone tiquismiquis y exigente acaba bailando con el perchero. Y no parece que disfrute de la experiencia y la elegancia de Fred Astaire.

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