Quosque tamdem

luis Chacón

Payasos, tenores y jabalíes

AL inicio de las Cortes Constituyentes de 1931, el recién elegido diputado don José Ortega y Gasset, pidió a la cámara que no se repitieran las lamentables sesiones de los tiempos de la Restauración con estas palabras: Nada de estultos e inútiles vocingleos, violencia en el lenguaje o en el ademán; hay, sobre todo, algo que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí.

En democracia, la liturgia es el voto, la libertad, la ley y los derechos de todos los ciudadanos. Es cierto que no hay más democracia en el chaqué que en el chándal de colores estridentes. Pero los ritos con los que un país celebra sus actos públicos trascienden a la mera imagen, son la muestra más palpable del respeto a sus instituciones y hunden sus raíces en lo más íntimo del ser nacional. No existe mayor honor que el de representar al pueblo soberano a quien se le debe la más alta consideración. Honrar al parlamento es honrar a la ciudadanía que lo eligió. Redactar las leyes que nos regirán exige actuar, siempre, con escrúpulo y dignidad. Utilizar el idioma con elegancia no haría al político elitista sino cortés, tolerante y ejemplar. Y no por ello se hurta el debate correoso y duro, pues igual que hay un usted de respeto, lo hay de distancia y hasta de desprecio. No es tanto qué, sino cómo se dice. Por esa razón, las formas son fundamentales en democracia. No se trata de distanciarse del pueblo creyéndose una nueva aristocracia pero tampoco es necesario magnificar lo contrario como hacen los diputados y senadores de Podemos con su curioso adanismo político y una estética estudiadamente desharrapada.

La honradez y la cercanía al ciudadano no se anudan con la corbata ni se cargan en la mochila. Una es cuestión de ética y para cuando se transgrede, existe el Código Penal; la otra sigue siendo una pura quimera; ningún diputado o senador dispone en su circunscripción de una oficina abierta para atender a sus electores.

Por excepcional que sea la calidad del sonido de una grabación y ultramoderno el dispositivo que lo reproduzca, siempre sentiremos más emoción si escuchamos la Misa de la Coronación de Mozart bajó la pétrea bóveda de una catedral, con un leve aroma a incienso, gozando de los matices de un coro y unos solistas perfectamente ensamblados con la orquesta y dejando que nuestra mirada vague entre los centenarios sillares. Ahí reside la importancia de los ritos.

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