Paso de cebra

josé Carlos Rosales

Chistes de marcianos

DENTRO de poco sólo podremos contar chistes de marcianos. Entre otras razones, porque los marcianos, al no ser una minoría social ni haber tenido la ocurrencia de declararse nacionalidad histórica, poco podrán hacer para condicionar nuestra risa. Además, al no existir ningún grupo terrorista marciano que busque con sus acciones armadas alterar el equilibrio planetario que nos rodea, los chistes de marcianos no provocarán la ira de nadie: ni la de sus seguidores ni la de sus detractores. Me temo que los marcianos se convertirán en el filón humorístico de la próxima temporada. Lo digo porque, durante las últimas semanas, algunos chistes, ironías o parodias han ofendido de manera notable a casi todo el mundo, incluidos padres y madres de familia, así como a los empresarios náuticos. Por ejemplo, a Carlos Sanlorenzo (director de la Asociación Nacional de Empresas Náuticas) no le gustó uno de los chistes de Dani Rovira en la gala de los Premios Goya: "si a mí me dicen que van a subir el IVA de los yates, no pasa nada, porque no tengo yate; pues lo mismo le pasa a Montoro con la cultura". En su carta de protesta dirigida a la Academia de Cine, habla el señor Sanlorenzo de las penurias económicas que atraviesa el sector náutico, de los puestos de trabajo que genera, de los elevados impuestos que soporta, y le pide a la presidencia de la Academia que "no se frivolice con la fiscalidad del sector náutico". Y, lógicamente, el presidente Antonio Resines le ha pedido disculpas al señor Sanlorenzo.

Los marcianos no han constituido (todavía) ninguna Asociación de Intereses Marcianos ni se han incorporado como asesores a ninguna de las oficinas internacionales destinadas a la prevención de desajustes cósmicos. Así que (por ahora) podremos seguir contando sin temor chistes de marcianos. Y no porque los consideremos inferiores, sino porque la risa no conoce (o no debiera) conocer fronteras. Ya sabemos que un chiste puede ser ofensivo, funcionar como mecanismo de exclusión o mostrar los más bajos instintos de aquel que lo difunde. Pero la risa es la risa. Y muy mal nos va a ir si aceptamos (más allá del Código Penal) poner límites donde nunca los hubo. ¿Qué puede esperarse de un país donde se intenta borrar el nombre del genial humorista y dramaturgo Miguel Mihura de una calle de Madrid? Así no vamos a llegar a ningún sitio: no se le pueden poner puertas al campo (de la risa) y pensar que estamos a favor del progreso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios