FELIPE González se ha convertido en una máquina de perder votos. Su última intervención en Canal Sur, insinuando que Pedro Sánchez se apoye en Ciudadanos para obtener la Presidencia y, si no lo logra, deje formar gobierno al PP, ha incendiado las redes. Esa noche, Pérez Tapias, candidato derrotado a la secretaría del PSOE, aunque con el perfil socialdemócrata intacto, colgó en facebook la imagen de un señor a caballo acompañada de este texto: "A los líderes del pasado considerados jefes y valorados como grandes hombres se les dedicaban estatuas ecuestres, símbolo de dominio y señal de patente jerarquía. En democracia todos somos de a pie, y quien sea reconocido como líder no ha de ir a caballo, ni siquiera ha de subirse a la parra". El centón de apoyos fue estremecedor y refleja de manera meridiana el desencanto de sus antiguos devotos con un hombre que ha envejecido mal, que ha perdido el magisterio moral que ejercía sobre amplias capas de la población y al que ya nadie llama Felipe.

"Tú eres tú y tus circunstancias", dijo Ortega, queriendo significar quizá que uno forja su biografía pero su biografía también lo forja hasta convertirlo en otro. La vida de González ha sido una autopista hacia el éxito, sus logros durante 12 años como presidente del Gobierno fueron muchos, pero los escándalos terminales y la posterior deslealtad a sí mismo han deteriorado gravemente su prestigio. Una cosa es ser íntimo de Slim, rico entre los ricos del mundo, y otra sentarse a su lado y servirle de coartada cuando propone que los mayores de 65 años trabajen 38 horas semanales prácticamente hasta el día de su muerte. Tampoco estuvo afortunado al declarar que la represión en Venezuela, un país discutible pero donde se celebran elecciones bendecidas por la ONU, es mayor que la del Chile de Pinochet, donde se asesinaban a miles a los opositores. Su asesoramiento a una gigantesca gasística y su principado y defensa de las puertas giratorias se compadecen muy mal con su pasado. Y su aparición, puro en mano, en la popa de un yate ha constituido el acabóse de su imagen. Cualquiera posee el derecho de mejorar sus condiciones de vida, pero la prioridad de un hombre con la existencia asegurada y que se declara socialista no debería de ser la de ganar dinero a espuertas y lucir una obscena relación con la opulencia. Pensar que él encarna la socialdemocracia y las decenas de miles de votantes que abandonan cada mes al PSOE se equivocan contribuye a acelerar la fecha de la destrucción del partido.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios