El balcón

Ignacio / Martínez

Ducha fría

LA crisis de los refugiados, uno de los principales problemas a los que se enfrenta Europa, no parece que vaya a paliarse a corto plazo. El anuncio el viernes de un alto el fuego en Siria que entraría en vigor la semana que viene está en precario. De esos buenos augurios se pasó ayer a una ducha fría. Dimitri Medvédev, el valido de Putin, amenazó en Múnich al mundo occidental con una nueva guerra fría, en la Conferencia de Seguridad sobre Siria, Ucrania y la crisis migratoria, que reúne en la capital de Baviera a mandatarios de un centenar de países.

El primer ministro ruso, en el registro arrogante de su jefe, salía así por peteneras a responder a dos acusaciones. Una del secretario de Estado americano Kerry de que Rusia bombardea a la oposición moderada y no al Estado Islámico. La otra era del primer ministro francés Valls, que exigió al ejército ruso que dejara de atacar a población civil.

Medvédev contraatacó apocalíptico. Para él la OTAN no es nada amistosa con Rusia. Advirtió de una guerra permanente, incluso mundial, si no hay solución al conflicto sirio. Y añadió que el Estado Islámico debe estar agradecido a Occidente porque no ha cooperado a luchar contra el terrorismo e impedir la desintegración de Siria. La alusión a la guerra fría es gratuita. La Rusia autoritaria de Putin reproduce con Bashar el-Asad la misma alianza que la Unión Soviética tuvo con el régimen de su padre en plena guerra fría. Para Rusia, cualquier solución al conflicto sirio pasa por mantener su protectorado sobre el territorio y a su dictador.

Y mientras el frente militar se incendia, la crisis humanitaria no cesa. Hay más de un millón de sirios en Turquía, la inmensa mayoría de los cuales no tiene asistencia alguna y sólo espera saltar a Grecia. Puede haber el doble de esa cantidad en Líbano. Y otro millón entró en la UE el año pasado. Desbordada por esta oleada migratoria, la Unión intenta algún acuerdo político en la cumbre que se celebra el próximo jueves y viernes en Bruselas, precedida de un encuentro con Turquía, a la que se pide que haga de tapón. El contenido de esa cumbre parece que fue lo único que arrancó una mínima conversación entre Rajoy y Sánchez en su apático encuentro del viernes.

Europa carece de una política común de inmigración y su principal esfuerzo se centra en perfeccionar el control de sus fronteras. En su ayuda, esta misma semana la OTAN se ha comprometido a desplegar una fuerza marítima en El Egeo, una flota de fragatas y destructores destinada en teoría a luchar contra el tráfico ilegal de personas. Pero en la práctica es una fuerza disuasoria. Mientras no se acabe con la carnicería siria, con el dictador y con el Estado Islámico, el flujo de refugiados no va a parar. Un problema humanitario para el que Europa no encuentra solución.

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