HACE casi una década que Sarkozy se atrevió a proponer la "refundación" del capitalismo. El mundo que se había levantado sobre la caída del Muro de Berlín, creyendo que la democracia y el mercado arreglarían por sí solos todos los problemas, había llegado a su fin. Languidecía la utopía de la sociedad del bienestar. Lo mismo que la falacia de la autorregulación. Había que reconstruir todo el sistema financiero internacional "partiendo de cero". Había que refundar el capitalismo sobre bases éticas. Sobre el valor del esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad. Había estallado la crisis.

Del sueño nos despertó entonces Lehman Brothers y ahora tal vez lo haga de la "recuperación" la caja negra del Deutsche Bank. Y los 'cocos'. No es nostalgia infantil; son un tipo sofisticado de preferentes que responden al anglicismo "contingent convertible bonds" y que, con rentabilidades altísimas y "estables" de hasta un 8%, han estado respondiendo estos años a la insaciable avaricia de unos y a la irrefrenable ingenuidad de otros. Rastreando sobre el tema, localizo un artículo de Juan Ramón Caridad en la prensa especializada ironizando sobre la capacidad del homo economicus para tropezar "más de dos veces" con la misma piedra -una vez más, todo es seguro hasta que deja de serlo- y termina con todo un aforismo: "No hay más sordo que el que no quiere oír".

Vivimos en una absoluta contradicción. Justo la semana en que los científicos han demostrado que somos capaces de "oír el cosmos", después de tardar todo un siglo en ser capaces de detectar en un laboratorio la última de las grandes predicciones de Einstein sobre la Teoría de la Relatividad, constatamos la existencia de las ondas gravitaciones para tal vez inferir que, de momento, son otras las perturbaciones, las supernovas y los agujeros negros de los que nos tenemos que preocupar.

Todo está interconectado. El hallazgo de los investigadores del MIT, que comienza con dos agujeros negros de 29 y 36 veces las masa del Sol "bailando un vals" hasta que se fusionaron hace 1.300 millones de años cuando la vida pluricelular colonizaba la Tierra, será uno de los grandes hitos científicos de la década por el cambio de paradigma que supone y por la "nueva puerta" que nos abre al Universo. Porque a la forma de mirarlo que heredamos de Galilleo le hemos sumado una sorpresiva manera de oírlo... Ciertamente, ¿no es un problema de visión el que arrastra hoy, no ya el capitalismo, sino el modelo mismo de democracia imperfecta que seguimos mitificando obviando las ondas que nos hablan de sus fallos y su fragilidad? ¿No es un problema de no saber escuchar el que tienen los políticos con la ciudadanía, los aparatos de los partidos con sus bases? ¿No es a bailar, buscando pareja a la desesperada, a lo que nuestros no-líderes se han dedicado desde el 20-D?

El espacio-tiempo importa en política y economía tanto como en la ciencia. Les pongo un ejemplo más cercano: la historia de los titiriteros sería diametralmente diferente si el paisaje no fuera Madrid y el tempo no lo marcara Manuela Carmena y los irreverentes de la coleta. Entre el exceso judicial y la distorsión mediática, dos insignificantes actores de los círculos del 15-M se han convertido en excusa para una instrumentalización política y una burda manipulación que, más que sobre un delito de apología del terrorismo y de incitación al odio, se sostiene sobre una inaudita cadena de errores. El público infantil no era su público pero tampoco un teatro público municipal era su sitio. No debieron ser contratados de igual modo que ellos nunca debieron subir el telón. ¿Dónde empieza y termina la responsabilidad? ¿Nueva política? En Baleares se daba la consigna de contratar a Urdangarín y "no preguntar" y no parece un mensaje muy diferente el que se está lanzando desde quienes, de momento, ni siquiera han sabido llegar.

Unos lo llaman "regeneración" y otros "limpia" y "refundación" pero, como en las ondas gravitacionales de Einstein, lo que empezamos a gestionar ahora es el eco de los agujeros negros pasados.

En el PP ya se ha puesto el reloj a cero para reconstruir el partido de arriba abajo. El tiempo institucional de Rajoy acabó el día que le dijo 'no' al Rey para la investidura y la incontrolable tormenta de corrupción que azota al partido no puede tener más recorrido que una progresiva asunción de responsabilidad. Tanto es así que, entre la militancia, se extiende la convicción de que sólo podrá salvarse el PP y volver a recuperar la confianza del electorado si la convulsión es absoluta. En este contexto, ocupar la oposición es un paso hasta necesario para rearmar al partido y situarlo con posibilidades de gobierno para dentro de dos años. Al día siguiente de las elecciones nacionales, no pocos dirigentes del PP daban ya por seguro que gobernaría Pedro Sánchez -en la historia de este país la izquierda ha gobernado siempre que ha podido por muy difícil que haya sido la aritmética del pacto- e incluso se atrevían a vislumbrar el plazo de vigencia del pacto: 2018. El PSOE resistiría este año y podría gobernar en 2017 prorrogando presupuestos. Entonces se acabaría su aventura y sería un tiempo más que suficiente para que un PP "renovado" recuperara el poder.

En las filas socialistas se hará de abajo arriba, con debate y con puertas abiertas pero el resultado no diferirá demasiado. En este caso no es el pasado el que marcará el movimiento sino un futurible. La investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno determinará el grado de convulsión -¿vuelta a los dos bandos con pedristas y susanistas?- y la intensidad de las turbulencias locales. En Granada están garantizadas en cualquier escenario: a las ondas nacionales se une un creciente malestar con la gestión de Teresa Jiménez al frente del partido con una crítica de "desintegración" compartida y con dos recientes puntos de inflexión: el intento de colocar a Manuel Pezzi en la Alhambra y la decisión de situar a Elvira Ramón como cabeza de lista al Congreso.

Aunque hace ya seis años Álvarez de la Chica le entregó la secretaría general "gratis" -nadie de su equipo se salvó y son muchos los que siguen sin entender el ostracismo al que se relegó a valores del partido como Martínez Caler, Jesús Huertas o Juanma Fernández-, es su gestión "personalista" y de "camarilla" actual la que ya se critica abiertamente y se sitúa en la base de la actual fractura del partido. Ahora vivimos una aparente normalidad pero la batalla por la Diputación fue un aviso a navegantes y una antesala de la tormenta que se desatará después del verano cuando se celebre el congreso provincial. Para conocer la intensidad de las ondas, tendremos que esperar a que Jiménez desvele si optará a la reelección, si intentará una operación de continuidad y, sobre todo, saber los nombres y posicionamientos finales de quienes ya hoy están moviendo los hilos del cambio. Pero es más que evidente que el ruido se oirá.

A derecha y a izquierda, con diferentes puntos de partida y de llegada, la refundación será en cascada y ya está en marcha.

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