Quosque tamdem

luis Chacón

Jugando a los Madelman

QUE un político disfrute de buena imagen es un plus electoral. La prestancia de De Gaulle fue la grandeza de Francia. Que sea de brillante oratoria provoca admiración. Aún resuena el eco de los discursos de Churchill entre las viejas bancadas de los Comunes. Que sea de mente ágil y rápida le gana el respeto de la Cámara. Todavía recordamos el gracejo de las ácidas réplicas de Cánovas. Que dé a cada momento histórico la solemnidad que requiere le granjeará el afecto de sus conciudadanos. Pero aun siendo importante, disfrutar de estas virtudes no garantiza un buen gobierno pues todas son accesorias y ninguna imprescindible. Basta dar un vistazo a algún libro de historia para comprobar cuántos grandes políticos han sido feos, bajitos, desaliñados, poco brillantes o tartamudos.

Se decía que Kennedy ganó a Nixon porque este representaba lo que eran los votantes y aquel lo que ansiaban ser. No sabría decir qué líder refleja al español medio y no me atrevo a opinar sobre quién reúne las cualidades que anhelamos pero sí creo que ha llegado el momento de poner freno, por nuestra propia salud mental, a este desbocado uso y abuso de la imagen, el autobombo y la representación teatral como propuesta política fundamental. Falta texto y sobra decorado. El exceso de asesores de imagen está robando fondo a la política. Se valora más el envoltorio, ni siquiera el continente, que el contenido. Los telediarios recuerdan a las viejas campañas navideñas de las empresas jugueteras donde abundan los madelman, las nancys y un mundo ideal de color y fantasía pero se echan de menos y mucho, los juegos de inteligencia y sobre todo, aquel mecano que permitía crear estructuras imposibles pero estables.

Tras varias semanas calificadas todas como determinantes, PSOE y Ciudadanos alcanzaron un acuerdo, definido pomposamente como histórico por Pedro Sánchez. El pacto, que empieza con un ridículo y penoso españoles y españolas que le ha debido arrancar dos lágrimas a Cervantes en su centenario, no tiene más valor que el de sus intenciones, buenas o malas en opinión del lector. Por eso, cuando los señores Sánchez y Rivera con imagen impoluta, gestos estudiados y solemnidad propia de la firma de la Constitución de Cádiz, rubricaron un acuerdo inaplicable aunque se llegara a investir al candidato, percibí demasiado envoltorio para tan poco contenido y recordé que los madelman también eran articulados.

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