De reojo

ANTONIO CAMBRIL

La púa de plata

UNO pensaba que tras años de contemplar a cientos de cargos públicos equipados con cascos y botas, cual afanados obreros de la construcción o miembros enloquecidos de Village people poniendo la primera piedra de un edificio que tardaría una década en construirse, lo tenía todo visto en materia de travestismo político. Pero no, ahora llega Juan García Montero y posa para que lo fotografíen enfundado en una camiseta negra con la leyenda Granada por el rock and roll. El concejal que mejor representa la Granada de cerrado y sacristía, el que durante tres lustros ha perseguido hasta la extremaunción a los bares y salas que ofrecían música en vivo, el mismo que arrojaba sanciones, decretos, amenazas y limitadores hasta provocar la asfixia de lugares emblemáticos como El Pícaro o La Polaroid, se disfraza con la pasmosa naturalidad de Lady Gaga y promociona un proyecto para convertir la ciudad en la capital del rock and roll hispano. El Ayuntamiento ha preparado una ruta oficial de locales especializados a los que se identificará con una púa de plata y cabe imaginar que, quizá, Montero acabe colocando insignias en la solapa de los personajes más destacados de la escena musical que tanto ha dañado.

Durante los 80 y los 90 esta era una plaza más rockera que popera, más alternativa que comercial, en la que a los niños, en vez de por jugar al balón, les daba por tocar la guitarra. La música surgía como por generación espontánea, la ciudad se convirtió en un referente del indie nacional y la noche se podía atravesar tranquila de garito en garito hasta que a los representantes públicos les dio por organizar una cruzada para acabar con la 'barbarie', dispuestos a que no se oyeran más trompetas que las de la Semana Santa y a dejar a oscuras y muerta por 'sobrediosis' a la Granada nocturna. Lo consiguieron. Y fuimos, como el título de la columna de Paco Espínola, De bar en peor. Pero, de repente, al equipo de Gobierno, incluido el concejal de la blanca palidez, se le enciende la bombilla con una idea ajena y redescubre el rock y la noche como marcas de una industria productiva. Pretenden ahora sufragar la misma libertad que antes reprimieron y subvencionar el rock, lo cual supone una forma de descafeinarlo, de arrebatarle el punto de transgresión que lo caracteriza, de convertirlo en "un cuchillo sin hoja al que le falta el mango". Así es Granada: primero te mata y después te condecora.

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