Quosque tamdem

luis Chacón

Eligiendo a Miss Montana

YO creía que los ciudadanos íbamos a las urnas a escoger a nuestros representantes y votábamos para apoyar un determinado programa de gobierno, fruto de una concreta ideología política. Los parlamentaristas siempre argumentamos que elegimos diputados y senadores y no presidente del gobierno, aunque sabemos que la mayoría vota pensando en quién quiere que sea el próximo inquilino de La Moncloa. Pero de un tiempo a esta parte parece que más que gobernantes, vamos a escoger pareja o yerno. O peor aún, a votar a Míster Monclovito.

Hemos visto a los líderes de los diversos partidos cocinar y hacerse confidencias con Bertín Osborne, charlar con María Teresa Campos, confesar sus intimidades a Susanna Griso y hasta responder las incisivas preguntas de un puñado de niños, cuidadosamente escogidos, bajo la atenta mirada de Ana Rosa Quintana. Han sido entrevistas tan tensas y nos han ofrecido soluciones tan imaginativas y respuestas tan profundas que todos y cada uno de los líderes recordaban al Woody Allen de El dormilón en la desternillante escena de la coronación de Miss Montana.

A mí, aunque supongo que debo conformar, como tantas otras veces, una inmensa minoría, averiguar si a un político se le da mejor la purrusalda que la tortilla de ajetes me resulta tan absolutamente prescindible como saber si duerme en ropa interior o con pijama o descubrir cómo le llamaba su santa madre cuando no levantaba un palmo del suelo. Sinceramente, toda esa ficticia cercanía, esa amabilidad simulada, esa empatía aparente y el inútil galanteo del votante, rezuma tanta afectación, hipocresía y fingimiento que confieso que me abruma. Más cuando todos juran ser supermodernos y normalísimos.

Y es que tanta pose, cansa. Y debería agotar a un electorado que preocupado por el futuro de España, merece más. Mucho más. Sobre todo porque una vez que se forme gobierno, y pido a Dios que ocurra pronto porque soportar unas terceras elecciones a causa de tanta incompetencia sumiría a este país en un clima de frustración difícil de superar, estos señores no van a venir a casa a merendar, ni nos van a invitar a unas tapas en los jardines de La Moncloa. El día siguiente recaudarán impuestos, administrarán nuestro dinero y gestionarán el orden público, la sanidad, la educación y el resto de las instituciones del estado. ¿Qué más dará si son simpáticos, hacen la colada o saben cocinar un potaje de garbanzos?

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