CADA vez que alguien me pregunta alarmado cómo es posible que un tipo como Donald Trump haya podido ganar la candidatura republicana a la Casa Blanca y opte a presidir los EEUU le recomiendo que vea Nebraska, la magnífica película en la que Bruce Dern encarna a un anciano que cree haber ganado un premio millonario y obliga a su hijo a que le acompañe a la ciudad para cobrarlo, atravesando un desolado paisaje de granjas y pueblos perdidos en la inmensidad de las Grandes Llanuras. Supongo que tras ver a gente que al igual que muchos de nosotros, sólo conoce Nueva York por el cine o la televisión, comprenderá que más allá de Central Park y de las luces de neón de Broadway, el glamur de Hollywood, la vanguardia de Silicon Valley o la exquisita intelectualidad de Harvard o Yale hay un país inmenso, complejo y plural en el que los intereses son múltiples, las contradicciones infinitas y los rechazos a lo nuevo compiten con los apoyos a lo de siempre. Y sobre todo, una sociedad muy diferente a cualquiera de los tópicos que nos queramos imaginar.

Pero dejemos a los EEUU de cuya campaña electoral todo el mundo es espectador partidario e interesado y pensemos en otros países. Por ejemplo, Reino Unido. Y analicen qué empuja a un ciudadano británico a votar Si o No a la UE y qué hará al final. O la propia España. Y pónganse en el lugar de quien ha decidido votar a un partido diferente al suyo. Hagan un sencillo ejercicio de empatía. Con demasiada frecuencia se olvida que España es mucho más que Madrid, Barcelona y otras cuantas ciudades.

En nuestros sesudos análisis olvidamos a todos esos españoles que no viven en grandes urbes a los que algunos partidos, con el argumento de la proporcionalidad absoluta de la representación parlamentaria, expulsarían de la vida política al dejar sin valor su voto. Ciudadanos a los que entre tanto ruido partidario y mitinero, nada interesante se les propone. Se da de lado a todos aquellos para los que la política es algo secundario, los que no acuden a manifestaciones ni concentraciones, ni interactúan en redes sociales. Y sin embargo, muchos de ellos que son nuestra Nebraska, irán a votar el domingo. Y es posible que acaben sorprendiendo a las huestes de analistas partidarios y prepotentes que cada noche electoral se empeñan en explicarnos qué hemos hecho y hasta porqué lo hicimos. Por pura coherencia, espero que nadie se olvide de Nebraska.

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