¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

Trincarro

UNO. Ciudadanos parece haber heredado el lema "España, antes roja que rota" que en su día acuñó Calvo Sotelo, el líder de la CEDA que mataron los amigos del teniente Castillo, un agente de las cloacas de la Segunda República que también murió asesinado en un atentado y al que, ahora, Manuela Carmena le ha puesto un altarcito en el callejero de Madrid (está claro que la falta de autocrítica histórica de la izquierda es tan sólo comparable a la de la derecha). Es absolutamente comprensible que el partido de Albert Rivera, que nació como reacción a la opresión social, cultural y política del nacionalismo catalán, se oponga a cualquier tipo de pacto que suponga alguna ventaja a los que ya afilan las hoces para cortar todo vínculo con el resto de España. Por el contrario, el PP ya huele la permanencia en el poder y está dispuesto a reeditar la gran equivocación de la democracia: el compadreo con las fuerzas políticas que conforman el nacionalismo periférico y cuyo fin último, aunque lo disimulen más o menos según la coyuntura, es la destrucción del Estado español. El gen antinacionalista es el que le da el color naranja a Ciudadanos; el día que prescinda de él su justificación histórica habrá desaparecido.

DOS. Cada vez que asistimos a una matanza indiscriminada en EEUU, los analistas culpan inmediatamente a la segunda enmienda de la Constitución de este país, aquella que consagra la libertad a portar armas. Todos lo tienen muy claro desde el Viejo Continente: la cara del diablo es la de Charlton Heston levantando un Winchester. Sin embargo, en la restrictiva Europa, que siempre limitó las armas a las instituciones y agentes del poder, se suceden las masacres sin que tengamos ningún lobby reaccionario al que culpar. Visto lo visto, no debe resultar muy complicado comprar armas en el mercado negro europeo; hasta un joven demente en tratamiento psiquiátrico lo puede conseguir. Antes de darles tantas lecciones a los norteamericanos -algo a lo que somos tan aficionados los europeos- deberíamos mirar un poco en el interior de nuestra casa. Quizás no está tan limpia como pensamos.

TRES. Aprovechamos unos días junto al mar para leer Cuaderno de Godo, el librito en prosa poética que Ignacio Aldecoa dedicó a las Islas Canarias y que ilustró con acertado esquematismo Chumy Chúmez. Es una obra escrita en un español exacto y hermoso, excelente para las largas siestas de verano. Todo lo demás, las masacres y las intrigas en Madrid, llegan, al igual que el rugir del levante, con sordina a la habitación. El verano, por muy movido que sea, sigue siendo nuestra patria más íntima.

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