LAS ciudades pugnan para hacerse más habitables, atraer turistas o por engendrar emblemas que amplíen su notoriedad. Sueñan con su Torre Eiffel, pero no siempre aciertan. Y en todos los cambios hay polémica entre modernos y clásicos, cada cual con su parte de razón. Hace unos días leí al prestigioso arquitecto danés Jan Gehl afirmar que una ciudad viva siempre está en construcción. En Andalucía tenemos casos de vitalidad para todos los gustos. La Plaza de la Corredera de Córdoba es ejemplo de beneplácito general. Tuvo distintas fisonomías en los siglos XVI y XVII. A finales del XIX instalaron en el centro un mercado de abastos, de estructura metálica, que se demolió a mitad del XX. La última remodelación, a principios de este siglo, la hizo peatonal.

Por el contrario, en Sevilla hubo gran controversia con Las Setas que han alojado en la Plaza de la Encarnación. Un lugar de paralelismos con La Corredera. Trazado inicial del XVI, restos romanos en el subsuelo y un mercado de abastos algo anterior al cordobés, del primer tercio del XIX, con estructura de madera. Las Setas de Jürgen Mayer son muy esteticistas, poco prácticas y costaron más de 100 millones. Además de las pegas de escala, estilo y precio, se enfrentaban a un problema no resuelto: los restos arqueológicos no permitían instalar el mercado en el sótano. Se trajeron los puestos a la cota de la calle y hubo que elevar la plaza, que se convirtió en un obstáculo.

En Granada fue muy sonado el sofoco que el aspirante a la Alcaldía por el PP cogió cuando en 2002 el tripartito instaló en el frontispicio del Ayuntamiento la escultura de Pérez Villalta El instante preciso. El jinete con los ojos vendados que monta sin silla ha convertido la Plaza del Carmen en lugar frecuentado por turistas. El éxito de la hermosa obra impidió a Torres Hurtado desprenderse de ella en los 13 años que estuvo en la Alcaldía.

Málaga se ha sumado a las ciudades con noria gigante y ahora discute si mantiene la instalada en el puerto hace un año. A los vecinos de la última línea de pisos les sentó como un tiro perder sus vistas al mar. Normal. Un elemento de ese calibre no debe de ser un obstáculo en el paisaje urbano; la Torre Eiffel nunca hubiera podido estar a 25 metros de una fachada residencial. Para evitarlo, sus promotores plantean cambiarla de sitio por otra mayor, a la que se acceda por el techo de la estación marítima. El proyecto costaría 40 millones de euros. Entre tanto, solicitan seguir un par de años en su ubicación actual. Autoridad Portuaria y Ayuntamiento deben ponerse de acuerdo. Hay más puntos a favor que en contra.

El Puerto aspira a tener rutas con Tánger y Alhucemas, además de la clásica de Melilla. Y pasar de 300.000 al millón de pasajeros anuales. La noria que emula al London Eye remataría un extremo del centro de ocio. En el otro habría un hotel de 130 metros, en la terminal de cruceros. Poco original; una Torre Pelli con 50 metros menos. No siempre se acierta con los emblemas.

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