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Línea de fuga con Juan Carlos Rodríguez

APRENDÍ muchas cosas con Juan Carlos Rodríguez: con, pero también de, desde, para, por, según, sobre, tras… Aprendí a no hablar de los textos sin conocer los textos. Aprendí a conocer los textos sin perder de vista los prejuicios que cada texto trae. Aprendí que los textos nunca vienen solos. Aprendí que una novela es algo más que una novela. Aprendí a leer sin partitura. Aprendí a confiar en la tradición y a desconfiar de las tradiciones. ¿O era al revés? ¿A desconfiar de las tradiciones y confiar en la tradición? Aprendí que en las disyuntivas entre A y B siempre hay otro camino. Aprendí a mirar el envés de las cosas. A saber que también existe lo que nunca se ve. Que lo que ahora existe no ha existido siempre. Que lo que no ha existido siempre tiene una larga historia. Que toda la historia de la literatura puede estar escondida en un poema. Y que para conocer todo eso hay que improvisar, que se puede (o se debe) improvisar: sus clases eran una improvisación, solos de clarinete o de piano, solos de quien conoce bien la pieza que ejecuta, y se aparta del tema para volver a él, que regresa y se va, desordena las notas y las une de nuevo en otra melodía, y la melodía se esfuma o vuelve para volver a irse, ir y venir, de poema en poema, una línea que se cruza con otras, las líneas que desvelan orígenes o afanes, aquellas que serían (o que son todavía) una línea de fuga. Con Juan Carlos Rodríguez aprendí a disentir. Y a pensar mis poemas (demasiado tal vez) antes de publicarlos o escribirlos. He aquí uno de ellos, ahora dedicado a mi profesor preferido:

Los senderos no son como decían:

a veces se interrumpen, o se borran,

para seguir después en otro sitio

que los mapas no traen.

Los senderos no son lo que pensábamos

ayer, de madrugada, junto al fuego.

No hay señales que digan dónde vamos,

la orientación se ha vuelto laboriosa

y hay noches que dormimos no sabiendo

la fecha o el error, las coordenadas,

a dónde iremos luego si amanece.

Nos dijeron que el camino era fácil,

nadie dijo que el sendero se borra,

que hay que seguir andando aunque nos pese,

que el cansancio será nuestra costumbre.

(De Y el aire de los mapas. 2014)

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