La tribuna

José Antonio Pérez Tapias

Haciendo Caja

LOS tiempos, una vez más, dan la razón a Ernst Bloch acerca de "la oscuridad del instante vivido". El pensador alemán se refería a la experiencia de estar sumidos en acontecimientos que nos desbordan. Pero aun en medio de ellos hay que tratar de entender lo que sucede para abrir paso a la acción. La crisis económica en que nos hallamos ha venido acompañada de una oscuridad que hizo difícil vislumbrar la fuerza con que acabaría atrapándonos. Ante sus efectos, es poco menos que cínico invocar la "destructividad creadora" con que Schumpeter trataba de mostrar otra cara de las crisis: las oportunidades que abren.

En la soleada Andalucía no nos libramos de oscuridades, pero estamos obligados a buscar la luz a través de políticas económicas y sociales frente a la recesión que se avecina. Inaceptable sería una actitud derrotista. La sociedad tiene que reaccionar solidariamente, desde el ámbito empresarial y las organizaciones sindicales hasta las instituciones políticas. Éstas no pueden fallar, máxime si se han asumido decisiones contra los estropicios de un mercado neoliberal. Como ya señalaba Krugman a propósito de la crisis de los noventa, que para un capitalismo que se creía "triunfante" suponía un serio aviso, "en una crisis financiera un gobierno debe hacer algo decisivo". Palabras como ésas son aplicables al gobierno español y también al andaluz. Por ello está justificado que la Junta de Andalucía, además de políticas activas de empleo, y en el marco de las de dinamización de la economía, proponga líneas de acción respecto al sector financiero. Ahí está la propuesta del presidente de la Junta para avanzar hacia un sistema financiero andaluz más sólido, promoviendo -nunca imponiendo- nuevos procesos de fusión entre cajas de ahorro de esta comunidad. Es una propuesta que, al menos, debe ser considerada.

Procesos similares entre cajas se han dado y se están dando; actualmente, por ejemplo, en el País Vasco o en Castilla-León, con diferentes estrategias. Hay que acometerlos sin dogmas y con diálogo, entre otras cosas para salvar los puestos de trabajo. Ya no estamos en los intentos que se iniciaron hace una década para reubicarse en el sistema financiero español. Ahora se trata de situarse en una economía abierta, no sólo al espacio europeo, sino a un mundo en el que lo local no puede sustraerse a las dinámicas globales. Días atrás aludió a ello el presidente Zapatero, el cual, en el Congreso de los Diputados, afirmó que "será inevitable un proceso de reestructuración del sector financiero español, ya sea con fusiones o con otras fórmulas". Responder a ese reto es lo que está haciendo el Gobierno andaluz, por lo que sorprende que la oposición diga que es irresponsable plantear en Andalucía el debate político de las cajas de ahorro. Todo lo contrario, es cabal ejercicio de responsabilidad política. Hay que debatir e ir despejando vías hacia un sistema financiero andaluz a la altura de las circunstancias. Si la necesidad es clara y el fin compartido, queda el largo recorrido de negociaciones, tanto en cuestiones financieras como institucionales (entidades, estructuras de dirección y representativas, proyección territorial, sedes, obras sociales, etcétera).

No hay que negar reticencias respecto a fusiones de cajas, especialmente en Granada, muy identificada con la entidad financiera que lleva su nombre. No obstante, si la autonomía es un valor, la autarquía es un imposible. Decirlo respecto al mundo financiero no es novedad. En el siglo XIX, aquel analista crítico del capitalismo que fue Marx ya decía en El capital que el sistema de crédito, empezando como un "modesto auxiliar de la acumulación", pronto se convierte en "formidable arma en la lucha competitiva, y finalmente se transforma en un inmenso mecanismo social para la centralización de capitales". Toda vez que la competencia es muy dura, nada extraña -concluía- que "los capitales mayores derroten a los más pequeños". Y como la cuestión no es sólo evitar derrotas, sino hacer que las entidades de ahorro y crédito funcionen solidaria y eficazmente, conviene acertar respecto a cómo participar en un proceso crucial para nuestra tierra. Si es cierto que hay motivos de orgullo, y más cosas, en lo que puede ser la tentación de quedarse fuera, podemos decir, de nuevo con Krugman, que "el orgullo es un lujo que ninguno de nosotros puede permitirse en un mundo que plantea riesgos insospechados". También ha de tenerse en cuenta en cualquier pacto por el futuro de Granada.

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