Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

La venganza de las anchoas

ARita Barberá, alcaldesa de Valencia, se le ha atragantado el chiste de Zapatero y las anchoas. Se le ha atragantado con otro chiste en el que ella asume el papel protagonista, el chiste del bolso (o los bolsos) de la marca Louis Vuitton. Tanto se le ha atragantado que amenaza con poner una denuncia por la filtración del sumario sobre la trama de corrupción de Francisco Correa y Álvaro Pérez, El Bigotes. En ese sumario está la transcripción de la charla entre El Bigotes y un tal Cándido en la que el edecán de Correa explica que en ese preciso momento está en la tienda comprando el detalle "para la alcaldesa". "Igual que en los últimos cuatro años". Barberá dijo ayer en su descargo: "Todos los políticos de este país, desde el primero al último, reciben regalos y sospecho que los del presidente del Gobierno y ministros tienen que ser un poco más grandes y más caros".

La diferencia entre las anchoas de Santoña y el bolso de Vuitton no es tanto una cuestión de justiprecio como de la vitola de origen. Las anchoas las envió abiertamente el presidente de Cantabria a sus amigos, y el bolso procedía de una trama corrupta que se servía de dádivas y regalías para comprar o, al menos, compensar voluntades. Es ese elíptico made in Correa (o made in Bigotes) lo que pone y quita valor al bolso por encima de Vuitton y de su precio de venta al público.

¿Es delito aceptar un bolso? Seguramente no. Es sólo ilustrativo del hábito que tienen las personas importantes, como dice la alcaldesa de Valencia, de recibir aguinaldos sin preguntar la procedencia. Es bien sabido que los políticos no sólo no llevan cash y, por tanto, durante el tiempo de mandato olvidan los precios en moneda fraccionaria, sino que aceptan y no preguntan cuando en la comida el camarero descorcha un buen vino. El arte del buen gobierno no pierde el tiempo en preocupaciones domésticas.

Ahora bien, en el caso de la trama de Correa lo que asombra es ver cómo se ha ido entrometiendo y solapando en instituciones, cargos del partido, alcaldes y diputados, cómo ha ido dejando bolitas envenenadas envueltas en papel de regalo por los despachos por donde ha pasado. Y cómo los agasajados, siendo o no conscientes del sello de procedencia, han ido cayendo en la red, A cambio de mucho o a cambio de nada. ¡Qué tipos el Correa y sus amigos! ¡Qué peligro! ¡Y cómo fueron ganando terreno!

¿Qué nos queda ver después de todo lo visto? Ahora sólo faltaría que dentro del bolso de Rita Barberá apareciera, junto al lápiz de labios y el pastillero, una lata de anchoas de Santoña.

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