Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Brazos abajo

TENGO delante el librito; Un árbol en lugar de una estatua, se titula. Ese que en febrero, hace ya seis meses, editamos y presentamos un grupo de amigos para reclamar al Ayuntamiento que quitara la estatua de la Plaza de Bibataubín, la estatua que homenajea a Primo de Rivera y más que a él, al fascismo. Esa estatua sombría, tétrica, la de los brazos en alto y las águilas, que afea la ciudad. Esa estatua sobre la que oí exclamar a un joven sevillano desconocido en una reunión pública: ¿¡cómo es posible que Granada tenga una estatua así en pleno centro!?

Pocos días después de la presentación del libro, Lola Ruiz, la concejala de Izquierda Unida, presentó una moción en un Pleno del Ayuntamiento reclamando lo mismo que nosotros y aunque tuvo el apoyo del grupo socialista, el proyecto fracasó: el grupo municipal del Partido Popular se opuso, alegando, como razón para su negativa, que el monumento posee valor artístico y patrimonial.

En días recientes, el asunto de la estatua ha vuelto a ocupar páginas en las noticias de actualidad. La Abogacía del Estado ha presentado un recurso contra el Ayuntamiento de Granada por incumplir la Ley de la Memoria Histórica al no retirar la estatua de la plaza pública. Por su parte, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Granada también ha demandado al Ayuntamiento. La Asociación precisa que la colocación del monumento en 1975 vulneró el propio derecho administrativo franquista: no contó con la resolución administrativa necesaria que autorizara su colocación. La ARMH alega además que el monumento no ha sido considerado por la Delegación de Cultura de la Junta un Bien de Interés Cultural, a pesar de encontrarse en una plaza que sí posee esta denominación. Por último, la Asociación ha presentado informes de dos profesores de la Universidad de Granada, especialistas en Arte, que certifican el nulo valor artístico del monumento.

Creo que el Ayuntamiento de Granada está aún a tiempo de rectificar su postura. Y de retirar la estatua al fascismo que oscurece la Plaza de Bibataubín y la ciudad. Debería hacerlo de motu proprio, antes que aparezcan las resoluciones judiciales obligándolo. Sería un modo de sanear su imagen en este oscuro tema. Aunque, si todavía sigue empeñado en no hacerlo, podría al menos optar por seguir la propuesta de Juan Andrés García Román. En "Qué hacer con unas manos", su poema del librito citado, el poeta se inclinaba por el reciclaje: pintar la estatua, añadirle manos o dedos; en fin, desacralizarla, convertirla en otra.

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