La tribuna

Manuel De Pinedo García / Profesor De Filosofía De La Universidad De Granada

Retroback, pero no lo llamen festival

EL así llamado Festival de Cine Clásico Retroback tiene interés en el pasado. Su mismo nombre ya lo indica sutilmente. Quizá no sea tan obvio que además es un festival situado en la vanguardia, en la vanguardia postmoderna nada menos, como nos advierte su página web, que también anuncia sin timidez que "será único en el mundo, un festival inédito en su género".

Lo es, sin duda: muchas de las películas se proyectan dobladas, aunque en su humildad los organizadores no se jactan de tan valiosa singularidad. Ni la mencionan. ¡Festivales del mundo, uníos! La voz del actor, de la actriz, no importa. Lo que importa es el gran cartel de Audrey Hepburn en el centro de la ciudad.

El doblaje no es indiscriminado, claro. Las películas más oscuras de Powell y Pressburger, en las que no sale David Niven o Deborah Kerr, en versión original. El cine checo, en versión original. Como tiene que ser. Pero, ¿piensan los programadores que hay más posibilidades de que el público entienda checo que a Chaplin o Bogart? (Este ciclo es ya de por sí psicodélico: "Nueva Ola y cine fantástico de la antigua Checoslovaquia" es como "Cine negro americano y Julia Roberts": esto se podría haber evitado incluyendo obras ineludibles de la nueva ola de, por ejemplo, Milos Forman o Jirí Menzel.)

El evento es único, aunque la piratería del doblaje no es más que un daño colateral. Es único en ser un "festival de cine clásico". Los festivales de cine entregan premios. Los responsables, obsesionados por evitar el conservadurismo, los eliminan. También eliminan el principio de no contradicción: un festival de cine, a diferencia de uno de música, es un lugar para el primer encuentro entre una obra, sus creadores y su público. En él se presentan películas al público y a la prensa. Así que no estamos ante un festival (nada es un clásico antes de exhibirse). Seguiremos llamándolo el evento. Todo esto se parece a una entrañable escena de Destino Woodstock, de Ang Lee. El protagonista explica a los promotores de Woodstock que él tiene mucha experiencia organizando festivales de música: cada verano pone discos en su jardín para los ancianos del barrio.

En Granada, Cines del Sur ya que cumple con ser un festival y lo hace en todos los sentidos. Da la oportunidad a películas de ser vistas por primera vez y al público de ver buenas películas que de otra forma no vería. Además, se concentra en cinematografías que no han sido muy bien tratadas por el mercado. En lo referente al cine doblado y al clásico programado cada domingo en la televisión pública, el mercado se maneja estupendamente. No hace falta gastar tanto dinero público en un cine-club glorificado. Aún desconociendo la cantidad involucrada, es claro que cualquiera de los admirables cine-clubes de Granada, el universitario, el de la Biblioteca de Andalucía, tendría para una docena de temporadas o que el Festival de Jóvenes Realizadores sería un destino más coherente para la financiación. Y pondrían las películas en versión original.

Siempre es buen momento para vigilar la forma en la que las instituciones gastan nuestro dinero, pero ahora resulta especialmente urgente. El Ayuntamiento de Granada, principal promotor, está regido por un partido que cree firmemente en la reducción de la gestión pública. En lo que se refiere a la educación, la medicina, la comunicación y el transporte, el bienestar de los desheredados, la investigación no aplicada o el arte minoritario no resulta nada fácil encontrar alternativas al Estado. Es ridículo, sin embargo, gastarse nuestro dinero en patrocinar conciertos de, digamos, David Bisbal. Ridículo, pero no contradictorio. Patrocinar un festival de cine clásico y doblado es las dos cosas.

Quizá ahora abusando de la especulación, parece sintomático que las figuras invitadas sean hijos de estrellas de cine, algo bastante extraño en eventos cinematográficos, festivales o no. Esto, sin duda, satisface al público de capa y abrigo de piel, que lleva años sacrificándose teniendo que lucirlos en pleno verano, durante el Festival de Música y Danza. ¿Por qué este público no está entre los que se mencionan en la web, junto con los cinéfilos reiterativos, los estudiantes redescubridores y los arriesgados postmodernos? Uno no puede evitar sospechar que los responsables del evento están más familiarizados con el primer tipo de público que con los últimos. Hablen de ellos, por favor, a ellos también les gusta el cine. Pero no lo llamen festival.

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