Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Ni con agua hirviendo

A Sebastián Pérez le ha caído una mala papeleta encima con las sospechas de irregularidades planteadas en los juzgados por el secretario municipal del Ayuntamiento de Otura -un tipo que responde igual que el famoso polígrafo: Gregorio Marañón- contra el alcalde y futuro candidato del Partido Popular en esta localidad, Ignacio Fernández-Sanz. Por primera vez en la práctica política, no es el partido rival el que se allega a los juzgados para acusar al regidor de maniobras inconfesables sino el secretario, es decir, el encargado de certificar la legalidad de las prácticas de cualquier equipo de gobierno. La acusación cobra más gravedad si tenemos en cuenta el socorrido hábito de todos los partidos de recurrir a la palabra de los técnicos para sacudirse la responsabilidad sobre cualquier trámite vidrioso. "Que lo diga el técnico", se suele alegar. Pues bien, en este caso ha sido el técnico de todos los técnicos (el secretario del Ayuntamiento) el que ha puesto en conocimiento del juzgado las presuntas anomalías contra el controvertido alcalde de Otura. Y esta circunstancia, de entrada, inutiliza el argumento del "pues tú más".

En el caso de Otura, Antonio Ayllón no podrá organizar la manida rueda de prensa para manifestar que el contrario tiene más razones para permanecer callado. No, no hay rival político al que cornear en justa reciprocidad, sino un secretario cuyas censuras han sido apoyadas en algún caso por la interventora municipal, que es otra técnica de rango.

La única defensa instintiva que cabe es la que ha hecho el alcalde: acusar al secretario de tramar una venganza. Pero incluso dando por bueno que el secretario hubiera actuado por intereses personales, no es el motivo lo que desacredita la denuncia sino las pruebas de que las imputaciones carecen de fundamento. Y en este sentido Fernández-Sanz no ha dicho ni pío. No ha dado ni un solo argumento para rebatir las cuatro o cinco denuncias del secretario.

Así las cosas, Sebastián Pérez ha tratado de alejarse discretamente del alcalde. No le prestó la sede del partido para que se defendiera y Fernández-Sanz debió exiliarse a un hotel (cuyo alquiler pagaría el ayuntamiento, supongo) para teatralizar su exculpación. Pero el alcalde, a tenor de las declaraciones a nuestro periódico, no se da por aludido. A unos meses de las elecciones a Fernández-Sanz no lo mueven de la cabecera de la lista ni con agua hirviendo. Salvo que el presidente del PP redacte un "yo acuso" con todas las de la ley, el tipo no va admitir que en su partido no lo quieren tanto como ayer pues equivaldría a reconocer su difícil situación. La única salida que rompería la impavidez de Fernández-Sanz y Pérez sería una pronta resolución del juzgado. Pero a la velocidad que marchan las cosas de palacio nos pueden dar las uvas.

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