Salud y Bienestar

Con la comida de los niños no se juega. ¿O sí?

  • Existen muchas formas de elaborar y presentar los platos para que a los niños les resulte la hora de la comida más apetecible y atractiva.

ES común escuchar a los adultos decir... con la comida no se juega, no toques eso, no tires aquello, eso no se hace, no seas malo, no… el anteponer un no a todas aquellas iniciativas que los pequeños tienen es anular su carácter innato por experimentar, crear y forjar sus gustos.

Los niños nacen con la necesidad de vivir grandes emociones y es jugando como mejor saben hacerlo.

A partir de los 6 a 8 meses de vida se suele introducir la alimentación complementaria (apoyo a la leche materna) y es en ese momento cuando el niño inicia un camino de descubrimientos sin límite. Además se sabe que de los 6 a 12 meses el pequeño es un auténtico explorador y es importante dejarle hacer para que gane en autonomía.

Después del año el ritmo de crecimiento desciende y con ello el apetito; no es que coman peor, sino que necesitan menos. No debemos entrar en la lucha diaria en torno a la comida, es importante que no la asocien a momentos de conflicto. Como el resto de las personas tienen sus ciclos y debemos entenderlos.

En este momento no sólo es necesario introducir nuevos alimentos, sino también tocarlos, conocer su textura, qué temperatura tiene, su olor, chuparse los dedos,… ¿o acaso es más agradable el sabor de la cuchara?, yo no lo creo… Las sensaciones que experimentan son estímulos muy atrayentes para ellos que aumentan la tolerancia a lo nuevo.

Fuera de lo que está considerado bien visto es importante que aprendan que el momento de la comida es algo especial.

Se sabe que los niños a los que se les permite decidir tienden a ser menos exigentes. Al mismo tiempo que se les deja hacer, hay que estimularles con palabras sueltas; zanahoria, patata, guisante,… esto favorece tanto su relación con la comida como el desarrollo cognitivo.

Se puede incentivar más este momento de algunas formas:

Contándole historias o cuentos que versen sobre alimentos.

Conocer lo que tocan o se llevan a la boca les provoca confianza; es bueno decirles el nombre de los alimentos que tienen delante.

Celebrándole sus logros y aquello nuevo que hace; la motivación también es un buen alimento.

Dejándole experimentar con libertad mientras se le va dando comida con la cuchara.

Presentar la comida de forma atractiva; las presentaciones poco trabajadas no atraen a nadie, tampoco a los adultos.

Platos, vasos, tenedores y elementos divertidos; que tengan sus colores y personajes favoritos. De esta manera el entorno será agradable y seguro para él.

Siempre puede pasar que nada de esto funcione, la comida se alargue eternamente y el pequeño haya acabado como un cuadro. En este caso, lo mejor es retirar el plato y no perder los nervios. Es sólo una de las comidas, con suerte en la siguiente tendrá más apetito y el juego será más fructífero. En cuanto al tipo de alimento que se debe introducir en un primer momento, la OMS recomienda ofrecer a los niños alimentos de fácil masticación pero que no sean diferentes de los que están tomando los padres; por mimetismo son más propensos a aceptar y probar. Lo ideal es que prueben las cosas tal y como son.

Aunque pueda parecer extraño y tener miedo de que el pequeño se atragante, es conveniente empezar con trozos grandes, del tamaño de su puño. De esta manera nos aseguraremos de que lo puede coger bien, el resto lo roerá o chupará.

Las frutas en rodajas son una buena opción para empezar; en primer lugar son dulces, un sabor que se acepta en un primer contacto y además al chuparlas se deshacen en la boca sin necesidad de masticarlas.

La zanahoria, judía verde, un ramillete de brócoli o patata hervida, un trozo de carne, jamón,… son otras opciones fáciles y seguras para esta etapa.

También se puede probar con los garbanzos, arroz, guisantes,… aunque parecen opciones menos seguras, si no están preparados las expulsarán y lo volverán a intentar en otro momento. Es importante que durante la comida mantengan una posición erguida, lo ideal es sentados en su trona.

Llevarnos un susto también es posible, pero hay que verlo con naturalidad, un arggg y volverá de nuevo a la boca.

Veo muchas ventajas en este método, principalmente que cada comida se convierte en un taller de sabores. Me parece fundamental asociar cada alimento a su sabor original; el plátano sabe a plátano, el jamón a jamón y la zanahoria a zanahoria. Un potito o puré está bien, pero los dientes acechan y su función principal es masticar. Además a nadie le gusta comer así y a ellos si se les educa el paladar tampoco.

No le pongamos barreras, los niños desarrollan sus propias capacidades y estrategias para conseguir lo que desean. La función de los padres debe ser la de ayudarles y ponerles a su disposición alimentos sanos y nutritivos.

Yo voto por jugar.

Maribel Rama Rubio

Directora del Servicio de Nutrición

Clínica Avencia Arévalo

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