TV-Comunicación

La euforia regresa a Suecia

  • El sueco Måns Zelmerlöw gana la 60ª edición del Festival de Eurovisión con una original puesta en escena. Edurne sólo consigue 15 puntos y se queda en 21ª posición.

La corrección en Eurovisión no es suficiente. Solo sirve para quedar en 21ª posición con 15 votos. De nada valieron el cambio de vestido ni los pocos segundos de coreografía que Edurne hizo junto al bailarín Giuseppe di Bella. Tampoco influyeron las comparaciones que los austriacos han hecho en los últimos días de Edurne con Shakira, ni ser la participante con más seguidores en Twitter, ni que la etiqueta #EdurneVision se convirtiese en tendencia mundial desde el comienzo de la gala. Por no hablar de la poca rentabilidad de su noviazgo con el portero del Manchester United David de Gea. Reino Unido no nos otorgó ni un punto. Con la actuación que hizo la madrileña no se podía aspirar a más. Estuvo bien, pero no fue nada apoteósica. La escenografía creada en el último momento por Tinet Rubira, responsable de contenidos de Gestmusic, no superó las expectativas. Faltaba la tigresa. La canción quedó en un segundo plano y de voz se quedó corta. Al menos se puede decir que estuvo decente. Mejor que Ruth Lorenzo el año pasado pese a que la murciana quedase en mejor posición. Pero Edurne todavía está lejos de Pastora Soler. 

Quien reunió todos los requisitos para conseguir el éxito fue el sueco. Måns Zelmerlöw lo tuvo todo. Y ganó. Interpretó una canción pegadiza que pese a la acusación de plagio por su parecido a Lovers on the Sun, tema de David Guetta, es firme candidata a ser uno de los temas del verano, bailó una coreografía en la que las proyecciones jugaron un papel importante y además tiene una voz bonita y un físico de lo más agradable. Todo esto hizo que sumara 365 puntos y que tres años después de que su paisana Loreen ganase el Festival con Euphoria, Suecia volviese a resultar vencedora del Festival. La de anoche fue una gala atípica. Lo más importante en Eurovisión deben ser las canciones pero ayer fueron lo de menos. Y eso que no hubo tantos frikis como en ediciones pasadas. Atrás quedaron ya nuestro representante en 2008 Rodolfo Chikilicuatre, Lordi, la banda finlandesa de heavy metal disfrazada de monstruos que ganó en 2006, las abuelas rusas que actuaron en 2012 o el pavo irlandés que se llevó todo el protagonismo en el año 2008. Ayer lo que destacó fue la puesta en escena de las actuaciones. En ocasiones parecía más una competición de videoclips. La 60ª edición del Festival fue muy fresca, muy actual. Esta vez solo hubo cuatro participantes, entre ellos España, que cantaron en su lengua. Al menos se mantuvieron algunos aspectos tradicionales sin los que el Festival no sería lo mismo, como los sabios comentarios del maestro José María Íñigo o el cansino protocolo de decirlo todo tanto en francés como en inglés. 

La línea moderna de esta edición quedó patente desde el paseíllo que hicieron los participantes hacia el escenario al comienzo de la retransmisión. Fue un desfile de jóvenes guapos y guapas (que por cierto más de la mitad han salido de talent shows musicales), con una imagen muy cuidada. Línea que siguieron en sus actuaciones los grandes favoritos. Sublime estuvo el australiano. El país invitado a la gala estuvo muy por encima de muchos europeos. Guy Sebastian consiguió una decente quinta posición y se metió al público en el bolsillo con su estilo vintage a lo Bruno Mars, con mucho ritmo y buena voz. El dúo noruego Morland & Debrah Scarlett deslumbró con su balada y su sencilla pero romántica puesta en escena. La rusa Polina Gagarina puso el punto sensual a la noche con una actuación con la que transmitió a la perfección su sentimiento de protesta que le llevó a conseguir la segunda posición. El trío italiano Il Volo cerró las actuaciones y dejó con muy buen sabor de boca dando muestra de cómo la lírica no está reñida con lo actual y la buena imagen. Esto les sirvió para hacerse con la medalla de bronce. 

Otros hicieron la mezcla hortera que nunca falta en Eurovisión, y que se agradece porque es pura esencia del certamen, entre lo moderno y el pasado. El israelí Nadav Gued y sus zapatillas doradas con un rollo de lo más Back Street Boy; el dúo de Estonia y su versión renovada de Pimpinela; el charleston del dúo de Reino Unido, que rozaron lo vulgar con luces fluorescentes hasta en la ropa; el beso del dúo lituano; la representante de Serbia, muy diva pero que pese al vozarrón destacó más por su parecido a Montserrat Caballé; los anfitriones que pecaron de hipsters, al cantante austriaco con aire a Jared Leto este año no le ayudó tener barba; la polaca que muy a su pesar desvió la atención hacia su silla de ruedas y no hacia lo que estaba cantando y Aminata y su vestido imposible. Al menos estos tenían un punto de gracia porque hubo otros a los que mejor olvidar. La nada potable vecina Francia; el espíritu de secta de Armenia; el aburrimiento que provocó el representante de Chipre: la griega y su versión pobre de Edurne.; la reiterada participación del de Montenegro, que recuerda a Pancho Céspedes; y la cantante alemana imitadora de Amy Winehouse fue otra más de las que pasó sin pena ni gloria por el escenario. Pero esto no fue lo peor. Lo más infumable de la noche fueron los minutos entre el fin de las actuaciones y las votaciones. Algo más entretenido fue el reparto de votos, donde los problemas técnicos hicieron presencia. Desde España la presentadora Lara Siscar volvío a meter la pata. La pronunciación del "gou tu" dejó bastante que desear. Aunque peor fue el "oit points" de Carolina Casado del año pasado. Recibimos cinco puntos de Francia, tres de Portugal, dos de Montenegro y uno de Israel, Suiza, Rusia, Moldavia y Azerbaiyán.

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