Conoce bien Espejo público porque estuvo cinco años como redactora del programa que conduce en estas semanas de verano. Esther Vaquero, uno de los serenos rostros matinales del informativo despertador de Antena 3, ya relevó a Susanna Griso en las pasadas navidades y ahora vuelve a tomar el testigo de un programa de actualidad muy vivo y unos contertulios a los que debe mantener a raya.

-Usted debutó al frente de Espejo público el día de la Lotería de Navidad. Eso es empezar fuerte.

-Un día díficil que te obliga a estar el doble de atenta porque era el doble de tiempo y el doble de conexiones que cualquier otro día...

-¿Qué diría que la une a Susanna Griso para que sea su relevo?

-Las dos partimos desde los informativos y tenemos una imagen seria, pero cercana; ideal para llevar un magacín tan diverso.

-¿Cómo se sobrelleva un programa que exige tanta atención?

-Te exige estar muy informada, muy despierta y tener los reflejos a punto. Con tres horas en directo hay que salir adelante de los fallos técnicos, improvisar mucho y reconducir a los contertulios cuando se escapan del redil de los temas. Es todo un recital.

-¿Debe dar muchas instrucciones a los conterulios?

-Ya el día de la lotería les pedí que se portaran bien y me hacen caso. Hay que tener mano izquierda con ellos porque se enzarzan en sus peleas, hay que pedirles que vayan rápido, que sean concisos. Pero no tengo queja, ni de Paco Marhuenda, ni de Miguel Ángel Rodríguez, ni de Oneto... siempre echan un cable. Todos tienen buen talante.

-¿Cómo diría que es el contertulio idóneo, ahora que es casi una profesión?

-El contertulio perfecto es el que llega con una opinión formada y que es capaz de ofrecer visiones nuevas de los asuntos, con reflexiones distintas, capaz de meter el dedo en la llaga y crear opinión aunque no estén de acuerdo contigo. A algunos hay que sacarle las opiniones con cuchara, otros se pierden en sus palabras. En ese momento la presentadora debe ayudar.

-En un año como este, con la actualidad política sin bajar la guardia, un programa de verano no se diferencia en nada con el de 'invierno'.

-En otros veranos cuando estaba de redactora sí notaba el cambio del verano, el descenso de la actualidad. La consigna de este año es la continuidad en el interés informativo. No hay que inventar otro formato para estas semanas, con las elecciones a la vuelta de la esquina.

-En su caso, que lleva tantos años de madrugones ¿cuál su ritmo en estas semanas?

-Me levanto a las cuatro y media de la mañana y estoy bien despierta desde entonces. Estoy acostumbrada aunque en verdad nunca te acostumbras del todo. Eso te obliga a estar en la cama sobre las diez de la noche, y eso cuesta.

-Usted se pone al día a las seis de la mañana, esas no son horas...

-Pero te sientes respaldada con el equipo. Lo que echo de menos era cuando era redactora de investigación. Una responsabilidad así te curte. Y he sido reportera, me ha tocado nevadas de días y días... O los peores trabajos con calor.

-¿Qué ha aprendido en esta etapa del magacín?

-Es un nuevo registro para mí en el que la clave es mantener la calma. Si falla algo debes controlarlo y si en una conexión se cae el directo en varios ocasiones, pues hay que mantener el hilo del programa con tranquilidad.

-¿Y si se quita la camiseta Ortega Cano?

-Cuando pasan cosas así estás tan metida en el programa que la repercusión no la piensas hasta que todo ha acabado.

-¿Cómo lleva en invierno adelantar aún más estos horarios de verano?

-Me levanto entonces a las dos y media de la madrugada y desde las seis de la mañana estoy maquillada. Entonces me tengo que ir a dormir a las siete de la tarde. Es un horario muy duro, pierdes toda la vida social, y sólo puedes hacer cosas los fines de semana. Termino a las diez de la mañana, pero cuando llevas el mundo al revés a esa hora ya estás agotada.

-Con María José Sáez forma la única pareja femenina en los informativos, actualmente. Y llevan ya sus años.

-Somos Pili y Mili. Las únicas que estamos en Antena 3 a las tres madrugada, con nuestro equipo, unos diez, que somos ya familia. Estamos solos hasta las ocho de lamañana, que es cuando llega el olor a churros desde la cafetería. Cuando tenía horario de persona, no tenía tiempo para ver el informativo matinal, no podía pararme. Pero a esa hora te das cuenta de que hay mucha gente viéndote y que se informa con atención, porque son horas que el espectador, si puede, se concentra en lo que estás contando.