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Análisis 'Homefront: The Revolution'

Aunque el catálogo para ordenadores y consolas está repleto de título de disparos en primera persona, muy pocos han sido capaces de permanecer en la memoria colectiva de los jugadores. El Homefront original fue lanzado en 2011, presentándose con una premisa interesante, y esta secuela, en forma de reinicio, continúa alimentándose de los mismos conceptos argumentales que trazaban la historia de la entrega original: una supuesta invasión del ejército norcoreano en territorio estadounidense. ¿Pero será capaz Homefront: The Revolution de dejar huella?, ¿o al menos de satisfacer a los amantes de un buen juego de disparos?

 

La revolución del pueblo de Filadelfia

El juego nos lleva hasta 2029, cuatro años después de la ocupación militar de Estados Unidos por el ejército de Corea del Norte. Es el momento, llegó la hora de mover ficha y el movimiento de revolución promovido por un reducto de combatientes entrenados por los ciudadanos de Estados Unidos, trata de hacer frente a los ocupantes con un grupo de resistencia. El jugador adoptará el papel de un recién incorporado a la resistencia, Ethan Brady, que por avatares del destino comenzará la aventura topándose por el camino con el líder de la revolución. Por desgracia, la reunión nunca llega a terminar, ya que el grupo cae víctima de una emboscada del ejército norcoreano. Para no desvelar ningún dato importante de la historia, pararemos aquí y no revelaremos lo que sucede después, pero se ofrecen aún más razones para luchar contra los invasores.

Homefront: The Revolution es un juego de disparos en primera persona de mundo abierto donde el jugador dirigirá la resistencia frente a una potencia militar muy superior. El enemigo cuenta con tecnología, armas, equipamiento y hasta ayuda aérea, por lo tanto, nos veremos obligados a emplear diferentes técnicas como las emboscadas, el sabotaje y la infiltración para ir ganando terreno en los diferentes barrios de Filadelfia.

 

Como su propio nombre indica, la trama es inherente a una revolución bajo el único enfoque de la clase oprimida, subyugada y monitoreada por un rígido sistema en un futuro caótico y decadente. Los escenarios y personajes del juego, ayudan en gran medida a reflejar exactamente esta realidad e introducen al jugador en el papel del personaje mostrándole continuos excesos, miseria, abusos de las tropas de control, vigilancia total y control absoluto sobre la población y sus pertenencias. El juego sabe cómo arrancar, representando perfectamente la situación y ofreciendo la sensación de una ciudad secuestrada con ciudadanos confinados al capricho de sus raptores. Para derrotar a los opresores, el jugador tendrá que participar en una guerra de guerrillas, realizar emboscadas, hacer uso del sigilo y atender las diferentes situaciones que el juego de mundo abierto genera de forma improvisada. También habrá que colaborar en otras cuestiones, como reclutar simpatizantes en una ciudad en expansión o construir armas caseras, todo ayuda.

 

Separados por zonas de color

 

Las áreas jugables de Homefront: The Revolution se reparten en zonas diferenciadas por colores: Roja, Verde y Amarilla. Las Zonas Rojas corresponden a los reductos más castigados de la guerra, repletos de ruinas y partes completamente desamparadas. Las Zonas Verdes, en cambio, alojan los centros de mando y están fuertemente protegidas y controladas. Por último, las Zonas Amarillas, que son las áreas más pobladas de la ciudad, donde los residentes viven bajo el yugo del ejército norcoreano. Como parece lógico, en algunas zonas el jugador puede moverse con relativa libertad, interactuando con otros personajes, mientras otras están más controladas, por lo tanto, hay que adoptar un enfoque cauteloso, especialmente si estas cometiendo algún delito tipificado por Corea del Norte (prácticamente durante todo el juego).

 

El concepto y la premisa de Homefront: The Revolution es interesante, y en muchos niveles, funciona bien. Con el planteamiento de las misiones, tanto las principales como la opcionales, el estudio de desarrollo Dambuster ha conseguido que la sensación de opresión vaya menguando a medida que los invasores se enfrentan a más problemas. Hay momentos en el juego que son fantásticos, como invadir bases enemigas, o las fases donde podemos infiltrarnos y eliminar silenciosamente soldados hasta alcanzar el objetivo, que una vez superado, producirá un impacto real y evidente en el crecimiento de la resistencia. Cada zona dispone de un medidor que determina la entrega de la población en esos barrios. Cuando el medidor de corazones y mentes (que así se llama) llega a su máximo, la resistencia es mucho más fuerte, se comienzan a sabotear instalaciones y a emboscar a las fuerzas norcoreanas. Cuanto mayor es el número de acciones y misiones resueltas por el jugador en un área, mayor será el rendimiento de la revolución.

 

Si bien puede parecer que el desarrollo de misiones puede caer en la repetición, el juego se las arregla para mantener el interés en la experiencia ofreciendo variedad suficiente en las misiones y desafíos. Además, también hay pequeños objetivos secundarios como tomar fotografías con el teléfono móvil, recoger información o destruir aviones y material enemigo. A menudo también nos encontraremos replanteando la forma de emplear los accesorios del armamento y las habilidades del protagonista. Completar las misiones, vender material y hurgar en los bolsillos de los soldados eliminados, también nos ofrecerá beneficios para el bolsillo, además de munición. Todo el dinero obtenido con este tipo de actividades se puede gastar en ampliar y mejorar tanto el arsenal como el equipo. Hay seis tipos de armas a disposición del jugador y cada cual cuenta con dos subcategorías. Destaca el trabajo realizado por Dambuster con el arsenal, los accesorios, los artículos para denotar bombas o los accesorios para piratear sistemas, sin olvidarnos de las bombas, los coctel molotov y la combinación estrella del armamento: bombas adhesivas en un coche controlado a distancia.

 

Aunque Homefront: The Revolution no incorpora un modo en línea tradicional, incluye opciones para compartir algunas misiones en modo cooperativo. Cada jugador tendrá que crear su personaje de entre multitud de tipos basados en modelos de antes de la guerra, como mecánicos, taxistas, etc. para evolucionar el personaje mientras juegan. En total, hay seis diferentes misiones tanto de carácter ofensivo como defensivo para reunirse con amigos.

 

De visita por la ciudad

 

Aunque todo lo que hemos mencionado hasta el momento hace de Homefront: The Revolution un caramelo para cualquier amante de los juegos de disparos, desafortunadamente también hay algunos elementos que le hacen mella. La mayoría de los problemas son menores y desde el estudio prometen que se solucionarán con actualizaciones. El juego ha sido desarrollado con el motor CryEngine y ofrece algunos detalles interesantes y efectos muy logrados en combate. El apartado sonoro ofrece temas épicos, muy acertados para la ocasión y composiciones para los momentos de acción que, todo sea dicho, motivan al jugador a seguir disparando. Por otro lado, el juego llega a nuestro país completamente en castellano, tanto en voces como en textos de pantalla.

 

Conclusiones

 

Homefront: The Revolution se estrena con un concepto muy atractivo. Construir una revolución desde la nada y ante un enemigo manifiestamente superior, es todo un reto para cualquier amante de los disparos. La trama se esfuerza en conectar con el jugador y lo logra mostrando una salvaje ocupación en un territorio occidental. Por otro lado, en la campaña gracias a la división de sectores y las variantes en las misiones, que se acompañan de diferentes estados de alteración del pueblo, no permiten que el jugador caiga en la rutina con momentos realmente interesantes y desafiantes. El contrapunto lo ponen algunos errores técnicos, que a pesar de tener solución inmediata prometida mediante actualización, tendrían que haberse solucionado en la versión comercial del juego. En todo caso no es momento de quejarse. Coge el fusil, hay que recuperar el barrio y la libertad.

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