Cultura

Crónicas granadinas

Estrella Morente de Granada. Cante: Estrella Morente, Antonio Carbonell, Ángel Gabarre, José Enrique Morente. Guitarra: Montoyita, Miguel Ángel Cortés, El Monti. Baile: Juan Andrés Maya, El Popo, Inván Vargas. Cuadro Flamenco del Sacromonte. Grupo de laúdes del Albaicín. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 26 de septiembre. Aforo: Lleno

La vida mancha y el amor siempre despeina. Estrella Morente no envió sus barcos a luchar contra los elementos, pero intuitivamente comprendió que éstos sólo podían ser vencidos uniéndose a ellos. Así que en la soleá, en un acto de amor, se despeinó. En este arte, en esta vida, lo que importa es la entrega. En el momento de completa entrega de la soleá para el baile de Juan Andrés Maya nos olvidamos y se olvidó del sonido infame que toda la noche, pero sobre todo en los primeros momentos, enturbió la actuación de la cantaora. Presente puro que despeinó a la bailaora y que nos hizo olvidar lo deslavazado del tráfico escénico en que la gente entraba, se movía o se estaba quieta, se sentaba o se ponía en pie, y salía, a voluntad.

Crónicas de la Granada de 1922: Estrella Morente evocó las figuras y los cantes de la Niña de los Peines, de Antonio Chacón, recordó las palabras, la nostalgia, de Lorca (que definió Granada como "la narración de lo que ya pasó en Sevilla"), bailó la farruca de El sombrero de tres picos de Falla. Lo que en Granada pasó: la soleá, aunque puro presente en su expresión, es un cante memoria, de la memoria, un cante de melancolía. Por eso, por el sentido circular de su fraseo, de su cerrada rueda de acordes, es un cante que, proveniente de Sevilla, de Triana, encontró un asiento extraordinario, unos modos propios, en la ciudad que el poeta Soto de Rojas definió como "paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos". El más granadino de los poetas granadinos de finales del siglo XX nombró como Crónicas granadinas a la más alhambrista de sus obras y firmó unas habaneras de Granada, que es, lógicamente, una Habanera imposible, consciente de que la ciudad "sólo tiene salida por las Estrellas": ahí está la cantaora diciendo los versos del enamorado Carlos Cano. Granada volcada en el pasado y Estrella siendo el color, la chispa, la seducción de la sevillana Pastora Pavón por alegrías. O llevando el grana al mate como un Antonio Chacón femenino asentado en la Cuesta del Chapiz: Chacón visitó la ciudad en 1922 como presidente del jurado del famoso concurso, pero antes había construido una delicada filigrana sobre los fandangos del Albaicín para llamarla granaina. Estrella saltó de los fandangos a la granaína, de la fiesta a la nostalgia, de la lujuria a Granada.

Lo que en Sevilla es presente, ayer mismo una artista seduciendo a una ciudad a fuerza de un carisma escénico innato, de la plenitud de colores de su voz, de un toque por malagueñas a cargo de Cortés tan cálido como exacto, en Granada es pasado: Plaza de los Aljibes, 1922. Lo que en Sevilla es pasado, una mujer que llegó, cantó y se fue, en Granada es presente: la rueda de la soleá y el pelo alborotado de una mujer que se entregó por amor a una ciudad. Sevilla es entrega y Granada, agua.

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