Cambio de sentido

Los listos y las listas

Si lo de Cifuentes nos turba, debiera espantarnos de pleno la cultura de la falsedad y el clientelismo

Parezco nueva. A mi edad continúo estrenando estupor cada vez que me doy de boca con quienes hacen esa alquimia almizclera de convertir la mentira en Realidad -dicho sea con erre (que erre) mayúscula- y malversar el poder desde ella. Si el máster de Cristina Cifuentes nos turba, debiera espantarnos e indignarnos por completo la triste cultura del enchufe, el clientelismo y su reverso el servilismo, el apaño, la compraventa de falsos méritos, los portes debidos, el gran mamoneo. A los personajes que practican estas artes se les llama "listos". Conforme con Andrés Trapiello: "Que trepen ellos". Y vaya que si trepan.

La caterva de los listos (y las listas) es variada y frondosísima. Los hay de muchos sabores: espabiladas, lacayunos, honestos de Pichardo, donjuanes de tergal, sabelotodos. Tienen poco de inteligentes, pero mucho de hábiles. Lo peor de los listos (y las listas) es que, a los demás, nos hacen sentir como tontos. Parecen querer convencernos -creo advertir en sus gestos y señales- que de las personas honradas, libres y buenas no se ha escrito nunca nada. Lo peor de los listos (y las listas) es que logran que, en la intimidad, haya quienes se persuadan de lo inevitable de entrar en sus lógicas. Lo peor de los listos (y las listas) es que a veces consiguen instalarnos en la desconfianza contra cualquiera que, por mérito, valor y talento, prospera. Lo peor de los listos (y las listas) es que deprecian todo lo que tocan. Lo peor de los listos (y las listas) es que aprenden hacia dónde sopla el viento hasta convertirse en corriente dominante, en viento mismo. Lo peor de los listos (y las listas) es que son un lastre para el desarrollo de las sociedades que quieren ser verdaderamente justas, igualitarias, libres y dichosas.

No hablo de picarillas al cuarto, granujas, engolfados, buscavidas. Todos ellos -es fácil encontrarlos por la calle- computan en el inventario de lo nocivo quizá, pero verdadero. Los listos (y las listas) están hechos por entero de poder malversado y falsía. Es inviable señalar a un rey que va desnudo mientras admiramos, temerosas, los lujosos ropajes de cualquier listillo que también ande en pelota picada.

Una amiga me contaba hace poco que en Morón de la Frontera había antaño una destilería y despacho de vinos y licores: Bodegas La Verdad. ¡Qué gran nombre! Últimamente, cada vez que asisto al espectáculo de plagios, influencias y trapicheos que empañan la vida española, me entran ganas de hincarme su anisete.

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