Crítica 'Qué dilema!'

Comedia espesa

¡Qué dilema! EEUU, 2011, comedia. 111 min. Director: Ron Howard. Intérpretes: Vince Vaughn, Kevin James, Jennifer Connelly, Winona Ryder, Channing Tatum, Queen Latifah. Guión: Allan Loeb. Música: Hans Zimmer. Fotografía: Salvatore Totino. Cines: Ábaco, Al-Ándalus Bormujos, Cinesa Plaza de Armas 3D, Cinesur Nervión Plaza 3D, CineZona, Los Alcores, Metromar.

Ron Howard es mejor director (Ed TV, Cinderella Man, El desafío: Frost contra Nixon) de lo que su dilatada y multigenérica filmografía muestra; hasta de lo que él mismo cree. Porque parece que no se toma en serio a sí mismo este tipo que antes de cumplir los 20 había trabajado como actor a las órdenes de Minelli, Altman y Lucas; y antes de cumplir los 30 era uno de los directores más taquilleros de Hollywood. Ha ganado todo el dinero que un director puede ganar dirigiendo todo tipo de películas -no sólo en lo que a los géneros se refiere, también a las muy desiguales calidades- y pese a ello, habiendo logrado en los últimos años ese tan deseado consenso entre el público y la crítica, no duda en bajar desde la espléndida solidez de El desafío: Frost contra Nixon (2008) a la absoluta estupidez de Ángeles y demonios (2009) para quedarse después en el limbo de esta comedia entretenida, a ratos divertida, pero casi siempre desoladoramente vulgar.

La vulgaridad en ella parece una meta que Howard se empeña en alcanzar. Es vulgar desde su inicio (la cena de parejitas) hasta su final (la americanada en la pista de hielo). Es vulgar en sus personajes que parecen oler a cerveza, sudor y grasa de barbacoa. Es vulgar en las interpretaciones de un Vince Vaughn y Kevin James que recuerdan demasiado a Pedro Picapiedra y a Pablo Mármol, de unas Jennifer Connelly y Winona Ryder convertidas en patitos feos y de una Queen Latifah con aire de peluquera metida a colaboradora de programa del corazón. Y es vulgar -hasta con un punto ranciamente machista- en su argumento: la tortura de un solterón que descubre que la mujer de su mejor amigo le pone los cuernos. Tortura agravada -estamos en América- porque ambos son socios en una pequeña empresa que prepara su más importante proyecto para una gran corporación. Y no es cosa de desvelar el secreto, hundir a su amigo en la depresión y poner en peligro el proyecto. Todo simpático, cotidiano, entretenido… Pero espeso.

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