Cultura

El hombre que vigila las luces del séptimo arte

  • Con cinco Goya y el Nacional de Cinematografía, el director de fotografía José Luis Alcaine reflexionó ayer sobre su profesión

La culpa de las luces y sombras del cine español la tiene, en buena parte, José Luis Alcaine. Poseedor de cinco Premios Goya (entre ellos por Belle Époque) y del Premio Nacional de Cinematografía el reputado director de fotografía acudió ayer al festival para reflexionar con lucidez sobre su carrera, sellada con más un centenar de películas en su haber buenas y algunas no tanto. "Soy padre de todas ellas, no reniego de ninguna", confesó durante su charla con los medios, horas antes de recibir en el Teatro Cervantes el Premio Ricardo Franco por toda una vida dedicada a iluminar el séptimo arte. "Se aprende más de las películas malas, porque es donde uno tropieza, y permite no repetir esa equivocación", opinó.

El homenaje que le brindó ayer el festival de Málaga le ha obligado a echar la vista atrás a más de 30 años de trabajos. "Me ha hecho enfrentarme con mi pasado", admitió como introducción a un distendido repaso por sus inicios en la fotografía de cine. "Tuve la suerte de llegar en el momento en que se pasaba del blanco y negro al color. Fue un cambio muy fuerte", aseguró Alcaine. La dificultad el hizo crecer e innovar como profesional. "Había que iluminar de una manera más realista. Porque el artificio en color se nota más. Contra eso nos rebelamos entonces muchos operadores", recordó. Su rebeldía inicial le hizo más tenaz frente a quienes opinaban que lo suyo no era esto. "En la escuela de Cine un profesor me dijo que me dedicara a otra cosa, porque el cine no estaba hecho para mí", rememoró.

Al finalizar sus estudios Alcaine decidió apostar por la innovación como su mejor baza frente a los incrédulos. Empezó a hacer rebotar las luces contra paraguas, que se quemaban continuamente y él mismo se los costeaba de su bolsillo, y fruto de ello fueron películas como El Sur, "con una luz tan suave y al mismo tiempo con sombras profundas", describió. Posteriormente se le ocurrió iluminar con fluorescentes, que introdujo en sus trabajos en Francia y en Estados Unidos . "Todos decían que era una luz fiera, pero le saqué provecho", comentó.

A diferencia de las generaciones posteriores, la de Alcaine vio en la gran pantalla un contenedor de sueños. Eso me . "La juventud las pasamos en las salas de cine viendo los rostros de Lana Turner, Ava Gadner o Marlene Dietrich. Eso me influyó", admitió. En aquellos años los grandes estudios como los de la Warner y la Metro Goldwyn Mayer "cuidaban mucho que sus estrellas estuviera bien iluminadas", subrayó el cineasta. Un aspecto que él sigue mimando a pesar de que los tiempos y las tendencias han cambiado. "Ahora predomina el cine de atmósfera, en el que el actor se mueve por ahí caiga lo que caiga, y aparece con los ojos negros o no se ve la expresión en el plano", lamentó.

De su vasto anecdotario, Alcaine rescató el trabajo con las actrices con las que él siempre intenta "que estén espléndidas, aunque sean mayores". "Nos repartimos el trabajo los cirujanos y yo", bromeó. Especialmente quisquillosa fue Faye Dunaway. "Iba a verse todos los días a producción después del rodaje para comprobar que salía bien. Las cuatro semanas que estuvo nadie decía nada de mi trabajo pero cuando ella se fue el productor me dijo 'la fiera de ha marchado' ahora hay que rodar a toda leche", evocó risueño.

Alcaine reconoció inspirarse en la pintura a la hora de trabajar y admirar a Gregg Toland, responsable de la fotografía de dos obras maestras como: Ciudadano Kane y Las uvas de la ira.

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