Crítica 'El amigo de mi hermana'

Tres son multitud

El amigo de mi hermana. Comedia dramática, EEUU, 2012, 91 min. Dirección y guion: Lynn Shelton. Fotografía: Benjamin Kasulke. Música: Vince Smith. Intérpretes: Emily Blunt, Rosemarie DeWitt, Mark Duplass.

Como suele ser ya costumbre en la distribución española, ciertos fenómenos de moda llegan a nuestra cartelera cuando su estrella se apaga o cuando sus últimos exponentes empiezan a mostrar serios síntomas de degeneración. Es lo que ha ocurrido con el movimiento mumblecore, a saber, una suerte de indie del indie que, bajo coste y cierto amateurismo mediante, irrumpió en los márgenes del cine norteamericano de la primera década del siglo con la voluntad de tomarle el pulso naturalista a las nuevas diatribas sentimentales de esa juventud supuestamente fresca, auténtica y alternativa agazapada entre las masas anónimas de gran ciudad o en los rincones menos visibles y provincianos de la gran nación norteamericana.

Así, El amigo de mi hermana pone un triste punto final a una tendencia otrora liderada por los Joe Swanberg (Hannah takes the stairs), Aaron Katz (Quiet city), la pareja Zellner y Hartigan (Goliath), los hermanos Safdie (The pleasure of being robbed), los hermanos Duplass (Baghead) o la propia Lynn Shelton (Humpday), directora de la cinta, con una nueva variante del home movie sentimental a propósito de un trío formado por dos hermanas y el amigo de una de ellas encerrados en una casa dispuesto a exorcizar sus fantasmas personales y a cerrar sus heridas sentimentales en un juego de secretos y mentiras de estirpe teatral en el que los diálogos y las situaciones dilatadas son el principal argumento para la enésima moraleja sobre la aceptación de la madurez, los deseos de felicidad romántica y, ta-chán, el anhelo de la maternidad/paternidad como solución inevitable de toda crisis.

Suerte de indie cristiano imperdonablemente moralista, en palabras del buen amigo Miguel Romero, El amigo de mi hermana apenas nos estimula la córnea con la siempre agradecida presencia de la dulce Emily Blunt y con el descubrimiento de Rosemarie DeWitt. A su lado, el siempre cargante Mark Duplass compone desde la verborrea y el tic indie un personaje al que uno sólo puede desear abofetear cada vez que abre la boca. Si encima lo hace en un penoso doblaje al castellano como el que hemos tenido la desgracia de padecer, se merece tal vez un castigo mayor.

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