Crítica 'Micmacs'

Lo más parecido al anuncio de 'La Casera'

Micmacs. Francia, 2009, Comedia de aventuras. 105 min. Dirección: Jean-Pierre Jeunet. Guión: Jean-Pierre Jeunet, Guillaume Laurant. Música: Raphaël Beau. Intérpretes: Dany Boon, Yolande Moreau, Marie-Julie Beaup, Dominique Pinon, Julie Ferrer, André Dusollier.

Jean-Pierre Jeunet no deja de bajar escalones conforme progresa en su filmografía. La sensación que producen sus películas es la de un buen escritor de cuentos breves empeñado en escribir novelones de mil páginas; la de un gracioso compositor de canciones empeñado en componer sinfonías; la de un dibujante publicitario con talento empeñado en pintar frescos; la de un cortometrajista empeñado en rodar largometrajes; la de un entretenido y superficial conversador empeñado en hacerse conferenciante de profundos temas éticos. Empeño, empeño, empeño… El empeño de ser más de lo que es y de cargar con pesos para los que carece de fuerzas está convirtiendo a esta promesa en decepción.

Tras consagrarse como autor de cortometrajes brillantes e incisivos debutó bien con el cuento negro -negrísimo- Delicatessen, salió airoso del cuento gótico La isla de los niños perdidos, triunfó con el cuento de terror Alien: resurrección, conquistó el corazón del público con el cuento parisino Amelie… Y ahí acabó todo. El suflé de los cuentos hinchados en largometrajes y rellenos de ingeniosas soluciones visuales se fue deshinchando a partir de Amelie. Hasta ese momento todo había sido juegos de ingenio visual con tópicos codificados por la política de los géneros, firmemente asentados en la historia del cine y en la memoria colectiva de los espectadores: humor negro, piratas, ciencia ficción terrorífica y un guiño al realismo poético francés de los años 30 (cuyo valor mayor era la música de Yann Tiersen evocando las músicas sentimentales y canallas de Maurice Jaubert, Jean Wiener o Joseph Kosma que hicieron la gloria del cine francés de los años 30 y 40).

Tras Amelie se quiso poner serio con Largo domingo de noviazgo y le salió en churro pretencioso y aburrido, un melodrama sin pasión ni emoción. Tras ella esta Micmacs es un juego con el humor crítico de tintes surreales que contrae demasiadas deudas con Chaplin, Clair y Tati, con los tebeos de Goscinny o Franquin, con la animación americana de los 50, con la poetización de la marginalidad de un Carné o un Giraudoux y hasta con el gran Wall-e de Pixar y Disney. Jeunet carece de capital creativo para pagar estas deudas; por eso la cita acaba en copia y el homenaje en parodia no lograda. El resultado final es lo más parecido al robotito Wall-e disfrazado de la Loca de Chaillot; o a la última campaña publicitaria de La Casera realizada por Javier Fesser a partir del 13 rue del Percebe de Ibáñez. Exceso sin inteligencia, barroquismo sin la medida que el talento impone a la desmesura, trucos visuales sin sentido expresivo o narrativo, humor sin gracia, ironía sin filo y, lo que es peor, denuncia de cuestiones muy serias (en este caso la industria armamentística que fastidia por dos veces la vida del protagonista) resuelta de forma superficial, simplista e intolerablemente cursi.

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