aromas y sabores

Una estafa vinícola de película

  • Investigación. El mayor fraude del mundo del vino se ha dado en Los Ángeles y tiene como víctimas a grandes bodegas francesas. Ha dejado miles de botellas falsas en manos de coleccionistas

Rudy Kurniawan había instalado en su domicilio un auténtico laboratorio de falsificación.

Rudy Kurniawan había instalado en su domicilio un auténtico laboratorio de falsificación. / g. h.

El 6 de abril de 2014 escribía yo en este periódico un artículo titulado "Con diez cañones por banda" sobre las falsificaciones en el mundo del vino que se vienen produciendo desde la década de los 70 del siglo pasado. Igual que se falsifica un Chanel o un Rolex se falsifica un Château Lafite: al fin y al cabo, es lujo, y también se ataca la propiedad intelectual. ¿Y quién es el que va a rechazar la botella que le ha servido el sumiller en el restaurante pudiendo asegurar, sin lugar a dudas, que el vino que contiene esa botella no es el que anuncia la etiqueta? Si nos venden un Lafite a 12 euros, evidentemente debemos desconfiar. Pero, ¿y si nos lo venden a casi 5.000 euros? ¿Dudaríamos de su autenticidad? Entre un muy buen vino y un vino excepcional… ¿Cuántos clientes son capaces de darse cuenta? Yo se lo diré: ninguno.

Mouton Rothschild, Romanée-Conti, Ponsot Clos de la Roche… Estos vinos y sus añadas más codiciadas son también las protagonistas de la que muchos consideran la mayor estafa de la historia en el mercado del vino. O, mejor dicho, del coleccionismo del vino. Y es que hablamos de algunas de las bodegas francesas más exclusivas y por cuyas botellas se llegan a pagar auténticas fortunas.

Las subastas de las botellas movían cifras astronómicas hasta que se destapó el caso

El protagonista de esta 'película' vinícola: Rudy Kurniawan (de nombre de nacimiento Zhen Wang Huang. 1976, Yakarta, Indonesia). Convertido hace una década en una auténtica celebridad entre los apasionados del vino en Los Ángeles, este joven de origen asiático y de familia aparentemente adinerada -poco más se sabía de él- no sólo presumía de tener una nariz privilegiada para identificar cualquier vino, sino también presupuesto para hacerse con los más exclusivos del mundo. Durante unos años compró y pagó más que nadie por algunos de los vinos más deseados del planeta. Después, con los precios por las nubes y con una clientela repleta de millonarios con más dinero que criterio, comenzó a vender. Las subastas de sus botellas se convirtieron en todo un acontecimiento en el que no sólo se descorchaban vinos muy caros, sino también se movían cifras astronómicas. Todo iba bien hasta que alguien en Borgoña comenzó a hacer preguntas sobre fechas, formatos y añadas que no cuadraban. Laurent Ponsot, propietario de Domaine Ponsot -una de las bodegas más prestigiosas de Borgoña- fue quien comenzó a sospechar. Entre otras cosas porque se estaban subastando botellas de su bodega que, sencillamente, no se habían llegado a producir. Su empeño por desvelar la trama concluyó en 2012 con el FBI entrando en casa de Kurniawan -que, claro, tampoco se llamaba así- donde había instalado un auténtico laboratorio de falsificación de vino. Botellas vacías (siempre se las llevaba tras descorchar un buen vino) rellenadas, reetiquetadas…

Un fraude de miles de millones que, dicen los expertos, ha dejado en el mercado miles de botellas que posiblemente sean falsas y descansarán en bodegas de coleccionistas que, o no lo saben o prefieren no saberlo.

¿Pero es tan fácil falsificar vinos que se supone son los mejores del mundo? Está claro que sí. Al menos si se sabe hacer. Colarse en el círculo exclusivo de los coleccionistas, ganarse su confianza y jugar con una gran baza: casi nadie ha probado los vinos auténticos como para distinguir el verdadero del falso. Si a eso se le suma el ansia de los coleccionistas por hacerse con la pieza más exclusiva posible -tanto que algunas añadas o formatos jamás existieron-, que las etiquetas de hace décadas no estaban normalizadas y, sobre todo, que gran parte de estos vinos se compran para guardar o invertir, no para bebérselos, está claro que la idea no era una locura. Kurniawan fue detenido el 08 de marzo de 2012 y acusado de vender falsos vinos de alta gama en subasta. Al año siguiente fue declarado culpable y condenado a 10 años de prisión. La historia tiene su propio documental: Sour Grapes (Uvas Amargas), por cierto, muy recomendable.

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