Corpus

Decálogo para sobrevivir a la Feria

  • La semana de Corpus está hecha para el goce de los granadinos, pero la alegría puede convertirse en auténtica penitencia si no se tienen en cuenta ciertas advertencias que a continuación detallamos

La Feria. Ese espejismo que vemos al final de la calle Juan Pablo Segundo, entrando por Casería del Cerro. Ese páramo que una semana al año se reviste de bombillas, lonas y farolillos para intentar disipar de nuestras vidas cualquier atisbo de dolor. Pero no nos engañemos. Esta celebración requiere de una serie de consejos para disfrutarla medianamente bien sin salir muy perjudicado de ella.

Las compañías

Vayamos por partes. Al real de Almanjáyar se puede ir de muy distintas maneras. Con un grupo de amigos, en familia o a la aventura solitaria. La primera resulta la más recomendable. En esta modalidad es esencial tener perfecta sintonía con los miembros del grupo y, especialmente, prestar atención al número de personas que lo integran.

Si usted tiene algún roce con alguien de ese grupo, sea consciente antes de pisar el albero que en función de que vaya ingiriendo alcohol bajo los toldos de la caseta puede enfrentarse a dos situaciones bien distintas: una exaltación efímera de la amistad en la que toda pelusilla pretérita se olvida momentáneamente o que esos roces acaben convirtiéndose en severas molestias con serio peligro de gresca verbal e incluso física. Antes de aguar la fiesta al prójimo, recapacite.

El siguiente aspecto a analizar cuando se acude en grupo es el del número. Esto es, la cantidad de gente que lo conforme. La cifra ideal son cuatro o cinco. Menos puede convertirse en aburrido. Más, en demasiado molesto, especialmente a la hora de entrar en casetas pequeñas. Si el número se acerca a la decena o la supera, busquen siempre casetas de tres módulos, como mínimo, y lleguen pronto a la Feria con la intención de reservar varias mesas. La otra opción es ir de barra en barra. Aunque hacerse un hueco en ellas es muy complicado con tanta gente. De ahí que cinco sean lo mejor. Dos se apoyan en el mostrador y tres cierran el medio círculo por fuera. Geometría perfecta.

Si decide ir en familia, háganlo con prevención. Si es socio de una caseta, acuda con tiempo para buscar acomodo. El concepto familia también se presta a un análisis numérico. Padres e hijos se pueden resolver en una mesa. El problema se origina cuando a este núcleo se añaden abuelos, tíos, sobrinos y parientes políticos. En suma, una Nochebuena, pero con farolillos. Siga, entonces, los recomendables consejos navideños. Sea, en todo momento, políticamente correcto (hipócrita, si falta hiciera). Beba con suma prudencia y no haga ningún comentario que pueda herir la extrema sensibilidad del respetable. Ah, y vigile la cuenta. Todos conocemos a familiares con una cartera poco aireada.

La tercera modalidad es la de acudir solo, a la aventura. Una opción bastante secundada por aquéllos que son conocidos por su prodigioso gañote. Para estos siete días han afilado el sable y han repasado mil veces su agenda social con el fin de tener bien localizadas las casetas de amigos, compañeros de trabajo, conocidos y personas a las que sólo saludaron una vez en la vida. Cualquier pequeño gesto es suficiente para sentirse convidados. Es un arte que se pone en práctica, especialmente, en épocas de carestía. Existen auténticos profesionales en esta especialidad de salir del real con el mismo -incluso más- dinero que con el que se entró. Aunque, en honor a la verdad, se debe decir que hay quien acude a la Feria solo, a su caseta o a la de los amigos, pero con las ganas de invitar siempre por delante, no nos engañemos, este tipo de feriante es el que menos abunda.

el traslado

Evite el vehículo privado. Al hacer uso de él se verá obligado a ejercitar la abstinencia de alcohol. No se trata de beber en grandes cantidades. Pero una Feria sin manzanilla es como una flamenca sin lunares. Si conoce a un familiar o amigo que no lo pruebe, pues intente que preste el servicio de conductor. Luego lo invita a una ración -no se limite a los pimientos fritos y sea más generoso- para que se sienta pagado por el favor.

Lo más aconsejable, no obstante, es ir y volver de la Feria en transporte público. La huelga de Rober se ha desconvocado, por lo que los autobuses funcionarán con normalidad y máxima capacidad en horas punta. No habrá problemas, por tanto, en este sentido. Lo único que este año el precio sube hasta los 2 euros, 20 céntimos más caro que el año pasado. Además, cuentan con el servicio de taxi. Si a pesar de todas estas facilidades, opta por ponerse al volante -con peina y traje entallado incluidos- está claro que a usted le gusta martirizarse. Hágaselo mirar.

volantes y corbatas

Un aspecto esencial cuando se va a la Feria es la indumentaria. Separemos por sexo (o género, como gusta decir ahora). La mujer y su traje de flamenca. Prohibido decir aquello de "traje de faralaes", definición procedente de la meseta castellana. Si tiene pensado acudir varios días al real, intente no repetir modelo. Si no le alcanza el bolsillo, existe la posibilidad de tunear un traje antiguo y adaptarlo a las nuevas tendencias con labores de costura y volantes. Para ello sirven de gran ayuda los complementos. Pendientes, peinas, mantoncillos, flores y pulseras pueden cambiar por completo el aspecto de un traje. No hace falta que siga a pies juntillas el dictamen de las pasarelas de moda flamenca, pero, al menos, que no se note demasiado que su indumentaria se cuenta por décadas. Por cierto, ahora que tanto se llevan los trajes de flamenca entallados, preste atención a dicha moda, puede resultar muy molesta cuando se acude a los incómodos aseos de las casetas. Asegúrese, en todo caso, de que el pestillo está bien cerrado. De lo contrario, puede ofrecer un espectáculo gratuito a quienes guardan cola.

Otros consejos sobre el vestido de flamenca conciernen al calzado. La influencia del Rocío hizo que en los 90 acudieran muchas granadinas con botas camperas. Ahora se ha extendido el uso del calzado de esparto, una costumbre -cuya principal filosofía es la comodidad- contra la que luchar se ha convertido en un imposible. En caso de optar por ellos, que sean de cuña alta, para que así estilicen la figura. Lo suyo -no lo olvidemos- es el zapato de tacón, medio o alto. Hay quienes se gastan un curioso dinero en un traje de firma y luego aparecen con un calzado plano. Como un santo con dos pistolas.

Otro elemento es la flor. Aquí existen varias teorías. Las que aseguran que siempre se colocó en todo lo alto. Las que defienden que tal posición procede de las costumbres romeras y, por tanto, ha de ponerse a un lado. En los últimos años se ha extendido la moda de situarla bien arriba y adelantada, casi en la frente (a modo de maceta recién plantá). Sea como fuere, lo importante es que el pelo vaya siempre recogido, nunca suelto y hacer el mínimo uso de las gafas de sol. Opte, si fuera posible, por las lentillas.

En cuanto a la indumentaria masculina, también aquí entran en conflicto diversas posturas. Hay quien opina que la más genuina responde al hombre enchaquetado, con la camisa abotonada hasta arriba y sin corbata, complemento que, según los más puristas, fue introducido no hace demasiado tiempo por forasteros. Lo cierto es que de ese primitivo modelo apenas quedan ejemplares en estos días de farolillos. La regla a aplicar es bien sencilla: el hombre debe ir perfectamente acicalado a la Feria. Puede acudir con traje de chaqueta oscuro, más propio de la noche. Para el mediodía y la tarde están permitidos tonos más claros. Las corbatas también invitan a motivos florales y coloridos. Eso sí, en estos juegos cromáticos el límite siempre lo marca el sentido del ridículo. Hay quienes lo tienen tan bajo que parecen un arlequín sobre el albero. Y, por encima de todo, si tienen estos días visitantes foráneos, háganle saber que por muy alto que se ponga el mercurio el pantalón corto está prohibido. Eso ha de quedar para ferias agosteñas. Ya me entienden.

al compás

Eso de que a la Feria se viene a cantar y bailar no debe tomarse como máxima. Especialmente si Dios no lo ha premiado con ninguna de estas gracias. Si no tiene oído ni afinación, limítese a tocar las palmas. Si carece de compás, emplee las manos en un catavino o en las diversas viandas que pague o le inviten. Mantenga idéntica filosofía para el baile. Si usted no sabe bailar una sevillana, mejor ni lo intente. Por mucho rebujito que lleve encima. Este baile merece un respeto. No se trata de alzar las manos como mero espantapájaro ni de dar vueltas como un trompo. En caso de que lo saquen a la fuerza, déjese llevar por alguien que sepa hacerlo. Y rece para que acabe pronto el trance.

la trastienda

No abuse del rebujito ni de otras mezclas extrañas. Tales combinados son más propias de una romería. Opte por la manzanilla, el vino emblemático de esta celebración tras el apogeo del fino en los años 80. En cuanto a la comida, lleve consigo un poco de omeprazol. Se lo agradecerá su estómago tras ingerir varias raciones de fritanga, el plato estrella. De vez en cuando, pruebe el jamón. Aunque castigue al bolsillo, se lo agradecerá su salud. En cuanto al marisco, siempre puede alegar un ataque de gota para ahorrarse los cuartos. Si se ve muy en apuros, acuda a la Feria por la tarde, una vez almorzado y en plena digestión. Una tendencia implantada en los años de la crisis. Pero, eso sí, dejará de disfrutar de las primeras horas del real, cuando éste aún no está demasiado masificado y se puede contemplar al detalle el paseo de caballos.

el infierno

La calle que nos devuelve a la infancia (cursilada tópica incluida). Si tiene hijos, sobrinos o nietos, se verá en la obligación de pisarla. Tenga o no pequeños a su cargo, si quiere disfrutar de unas vistas panorámicas bonitas de la ciudad, opte por subirse a la noria. No es ninguna ñoñería. Procure no hacerlo en plena digestión, pues el balanceo de las cabinas puede provocar alguna que otra sorpresa estomacal nada grata. Vaya al atardecer, cuando se ponga el sol. Entenderá entonces que Granada resulta más bella cuanto más nos alejamos de su suelo. De su tantas veces chabacana realidad.

Si todavía se siente joven, móntese en algunas de esas atracciones de riesgo. No lo haga con el traje de flamenca. Las costuras pueden saltar por los aires. Y si es de la que usa falda por lo alto de la rodilla, tome todas las precauciones posibles. Sólo hay que enseñar al prójimo lo deseable.

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