Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

La borrasca Emma se tragó las playas de media provincia y de tacón retrató a la clase dirigente. Sólo sobrevivió la piedra ostionera riéndose por encima del hombro de las chapuzas y de la ineficacia de la Administración. Nuestros dirigentes quedaron tan desnudos como las murallas de la capital. Como si se lo ordenara el médico, sólo se les ocurrió aniquilarse recíprocamente entre la estupefacción del gaditano. Aún no había terminado Emma de castigar el litoral y ya circulaban los relatos de uno y otro bando escurriendo el bulto y tirando a matar (políticamente) al contrario.

El Ayuntamiento inició la traca denunciando que Costas no atendió sus requerimientos para rehabilitar las murallas. Cuando terminó el personal de atender sus argumentos, dio la impresión de que había reducido a su adversario a cenizas. Y eso que nadie dio la cara para tranquilizar a los gaditanos y evaluar los daños. Un tuit envenenado y un comunicado de manual les bastó para irse a dormir. Hace tanto que no habla el concejal de Medio Ambiente, que el día que abra la boca los gaditanos lo vivirán como la llegada del hombre a Marte. Todo el afán estuvo en detallar el número exacto de escritos que enviaron a Costas. Y como no podía ser menos, desde la Subdelegación del Gobierno también tuvieron un bonito gesto por los afectados del temporal. Cuando algunos concejales ya daban saltos de alegría pensando que el subdelegado no se levantaría tras el golpe encajado, sin saber ni cómo, Agustín Muñoz se repuso y, aún tambaleándose como un pelele, asestó un gancho de izquierda en la mandíbula de la Corporación, que le noqueó por momentos. A través de una nota envenenada, le replicó al Ayuntamiento que lo que tiene que hacer es acabar la parte que le corresponde en el Baluarte de San Roque. Ahí quedó eso. Forzado por la penosa situación, el subdelegado anunció, al fin, que actuarán con la máxima diligencia, antes de que se hunda el castillo.

Con el alma aún encogida por los destrozos del mar, los gaditanos comprendieron que estaban de nuevo ante la eterna bronca que se podría prolongar por los siglos de los siglos, de generación en generación. La última vez que se pusieron de acuerdo en algo fue hace tanto, que ya no nos acordamos de qué se trató. Unos dicen que fue cuando pactaron la duración de la siesta y otros apuntan que fue con el número de asesores. Lo cierto, según la tradición, es que hubo un tiempo en que los políticos se hablaban y llegaban a acuerdos. Pero aquello se acabó. Y como los muchos curiosos que se asomaron a contemplar el temporal, nuestros responsables se quedaron mirando. Pudieron anticiparse porque ni es el primero, ni será el último, por algo le llamaban al Campo del Sur las murallas del Vendaval.

Al día siguiente, una vez que se quedaron bien a gusto, con el viento y la nueva marea amenazantes, llegó la hora de la foto por separado, nadie se confunda, cada uno con los suyos, pasando revista a los cuantiosos desperfectos. Tocaba aparentar una honda preocupación. Así se arreglan aquí las cosas, tarde y mal, aunque la solución a la mayoría de los problemas se alcanza desde la unidad, como bien recordó el delegado del Gobierno en Andalucía. Lástima que ni ellos se lo crean. Antonio Sanz garantizó que el Estado reparará los daños con urgencia. Asunto zanjado. Si hablasen entre ellos, aunque fuese por teléfono, podrían ahorrarnos tan lamentable espectáculo. Pero no hay forma por lo visto todos prefieren salir en la foto por separado, aunque sea en pelotas.

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