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Abecedario tardío

Que este libro de relatos lo publique una buena editorial pero algo periférica dentro del mundo del libro y lo haga con ese título tan poco atractivo quizá provoque que pase un tanto inadvertido. También su traducción tan tardía, más de un cuarto de siglo después de su publicación original. Stephanie Vaughn, integrante de la generación de Tobias Wolff, Lydia Davis, Richard Ford, Larry Brown, etcétera, había publicado buena parte de los relatos de este libro, entre finales de los 70 y los primeros 80, en The New Yorker cuando los recogió en este volumen, uno de los más alabados en la historia reciente del relato estadounidense. Un libro que ha influido bastante en ciertos cuentistas posteriores (ahí está El cielo de los animales, de David James Poissant, aún novedoso, que no puede negar su influjo ya desde su título).

La mitad de los diez relatos incluidos aquí están protagonizados por la familia Jackson, formada por un padre militar (combatiente en Corea), una madre ama de casa, una abuela (madre de la madre) que siempre tiene la palabra mordaz, irónica, en la punta de la lengua, la hija mayor Gemma y el hijo pequeño MacArthur. Una familia de innegable raíz autobiográfica que se va mudando tras los destinos del padre en las Filipinas, Italia, Ohio... Los cuatro mejores relatos (el que da título al volumen, Mi madre exhala luz, El pequeño MacArthur y El paraíso de los perros) sitúan distintos momentos de esta familia, como, en el caso del primero, el instante en el que el padre tira por la borda su carrera militar al insultar a un superior mientras su pequeña hija sigue viéndolo como el héroe que patina en los helados lagos junto a las cataratas del Niágara. Vaughn tiene un estilo ágil, con buenas dosis de humor no exento de tragedia, sabe contar aunque se haya prodigado poco y su arte nos haya llegado demasiado tarde. Aunque nunca es tarde si... ya saben.

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