De libros

Aquello que arde, la poesía

  • Pere Gimferrer regresa con 'Las llamas', el nuevo poemario de un maestro que alterna su condición de renovador del verso con el erudito interesado en los ecos de la tradición literaria

El poeta Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) presentó 'Las llamas' esta semana en el Hotel de las Letras de Madrid.

El poeta Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) presentó 'Las llamas' esta semana en el Hotel de las Letras de Madrid. / santi donaire / efe

La catedrática de Literatura Española y académica Aurora Egido, que firma el epílogo de Las llamas, el nuevo libro de Pere Gimferrer, asegura que ya en su juventud el poeta barcelonés despertaba la admiración de sus compañeros. "Soy contemporánea de Pere: visitamos las mismas aulas, leímos los mismos libros, teníamos amigos comunes", recuerda la investigadora. "Y en el patio de Letras de la Universidad de Barcelona se convirtió en el rey del mambo. Todos decían: ese es Pere, o Pedro, Gimferrer. Cuando publicó Arde el mar [con el que conquistó el Premio Nacional de Poesía] y La muerte en Beverly Hills, muchos de los que estábamos allí y pretendíamos escribir poesía decidimos no hacerlo. Nos vimos incapaces de llegar a su nivel".

Medio siglo después de aquello, Gimferrer sigue ocupando esa posición incontestable en la literatura española -el año pasado el Premio García Lorca reconocía la "universalidad y versatilidad lingüística de su poesía" y su "amplitud y capacidad para conectar mundos antes no incorporados a la literatura"-, y Las llamas, el tercer libro que el autor publica en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara tras Per riguardo y No en mis días, aporta un ejemplo más de la erudición y la maestría de un poeta que "es uno de los grandes renovadores del verso, pero también tiene un conocimiento apabullante de toda la tradición, no sólo la castellana sino occidental", afirma el editor Ignacio F. Garmendia.

Las llamas, de hecho, se plantea como una suerte de collage en el que abundan las referencias de otros autores como Góngora, San Juan de la Cruz, Goethe o Keats, que Gimferrer introduce sin precisar su origen. "Este libro -considera Egido- no es sólo literatura, es historia de la poesía. Como Pere tiene una memoria envidiable, recupera imágenes desgastadas y les da nueva luz". En ese poderoso caudal que dispone, el creador reflexiona sobre grandes cuestiones como el amor - "es el amor nuestra única fábula: como la oscuridad, nos transfigura (...) cuando más somos uno, seremos siempre dos"- y el tiempo -"la fuente de la eterna juventud, acto de primavera: / somos jóvenes ya, fuera del tiempo"-. Para el escritor, que presentó su libro esta semana en Madrid, la obra "trata de la poesía", de "ver qué se puede hacer con esos temas que había tratado antes, y cómo había afectado el tiempo transcurrido no sobre mí, sino sobre la palabra poética". Sin las alusiones a la realidad histórica o política que sí asomaban por No en mis días, Gimferrer deslumbra al lector con la exuberancia de sus versos, en una travesía sensorial y enigmática, lejos de subrayados o explicaciones fáciles, porque "a nadie se le ocurre preguntar qué significa una sinfonía de Brahms".

El libro se compone de 22 poemas "condensados, de pocos versos, aunque éstos a menudos son muy largos y por primera vez desde La muerte en Beverly Hills adopto el versículo", analiza Gimferrer, que pensó "que esa concentración no podría sostenerse por parte del lector por mucho tiempo, aunque -matiza- nunca creí que la obra fuera una aventura tediosa".

"En las estribaciones del añil / por la montaña se despeñan cuervos; / la noche va vestida de etiqueta, / con pajarita blanca todo el día; / intercambiando van cartas marcadas la vida y su frufrú de antagonismos...". Las llamas es, defiende Egido, "el final de un trayecto que pretende no serlo y extenderse a través de la palabra", y en el libroGimferrer continúa exhibiendo esa sonoridad sublime que le caracteriza, esa capacidad para, prosigue Egido, "la metáfora verbal que todo lo transforma alrededor, la creación de imágenes nuevas". El autor atribuye este interés a su afición al séptimo arte, que ya exploró en su ensayo Cine y literatura. "Empecé a escribir sobre ese campo al mismo tiempo que a hacer versos", rememora el poeta, que añade que nunca olvidó un consejo del escritor y diplomático João Cabral de Melo Neto, que se pueden contar cosas inverosímiles "pero tienen que verse, la palabra tiene que definir algo visualizable".

En Las llamas, que se cierra con un breve poema titulado Telón y por el que se suceden dramaturgos como Aristófanes o Shakespeare,cobra protagonismo también el teatro, un ámbito que forma parte de la educación sentimental del poeta pero que Gimferrer abandonó con el tiempo. "He sido espectador cuando la obra que se representaba era un texto escrito para el teatro, dirigido por una persona e interpretado por otras. Ahora, con frecuencia, no existe a menudo un texto teatral previo".

Para vivir, que según el poeta consiste en "saber ser aquella llama / que el viento nunca puede derribar", para encontrar la plenitud de lo que arde, Gimferrer recurre ante todo al amor, uno de los grandes temas del libro y "una de las pocas formas de salir de uno mismo, dejar de ser uno solo, eso que decía Cernuda de dos soledades en una carne sola". Un amor que en el autor de Interludio azul y Alma Venus se describe con una gran carnalidad: "... Sólo el latir del fulgor y el furor y el desprecio de luz / desgarrarán los labios de la noche, / como nos desgarramos unos a otros en el parque de los ciervos del amor, / como nos agarramos al tizón encendido que, al quemarnos, nos vuelve de luz resplandeciente".

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