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Una larga camaradería

La previsible afinidad de Houellebecq con el más radical de los filósofos pesimistas se remonta, según cuenta al comienzo del opúsculo donde le ha rendido homenaje, a la época en la que el escritor francés era un veinteañero fascinado por los Aforismos sobre la sabiduría de la vida para quien El mundo como voluntad y representación, buscado con ansiedad y leído en un ejemplar de segunda mano, tuvo el efecto de una verdadera revelación. Desde el recuerdo del impacto que las dos obras citadas produjeron en el joven que aún tardaría unos años en publicar su primer libro, una brillante biografía de Lovecraft que era más bien un ensayo de impugnación "contra el mundo", En presencia de Schopenhauer ofrece una antología mínima, formada por pasajes procedentes de ambas, donde Houellebecq ejerce de traductor, comentarista y devoto admirador del pensador alemán, de quien declara haberse apartado en años posteriores para abrazar, con "entusiasmo desengañado", el positivismo de Comte. Ya no es, por lo tanto, su filósofo de cabecera, pero sigue siendo una figura tutelar a la que le une lo que la autora del prefacio, Agathe Novak-Lechevalier, define como "larga camaradería".

En virtud de una paradoja que han experimentado muchos otros lectores, la filosofía "lúcida y sombría" de Schopenhauer, tan alejada de cualquiera de las formas que adopta el vitalismo, es para el ensayista no sólo "reconfortante", sino también "profundamente consoladora". De acuerdo aquí con Nietzsche, Houellebecq elogia la honestidad y el estilo del maestro -"esa especie de ruda sencillez"- o una actitud intelectual que califica de modélica, aborda algunas de las claves de su pensamiento a partir de sus argumentaciones favoritas y presta especial atención, en sintonía con la defensa schopenhaueriana de la intuición frente a las operaciones especulativas, a la "percepción completamente desinteresada" -pura, pasiva, pasmada- que sustenta la contemplación estética, liberada a la vez de la reflexión y del deseo y en ese sentido cercana a un budismo adaptado a "nuestra débil disposición a la renuncia".

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